La
protagonista es, una escritora alemana, vive con su marido profesor y escritor
frustrado junto a su hijo Daniel, casi ciego debido a un accidente, en el
idílico lugar alpino. El marido aparece muerto en misteriosas circunstancias, la investigación
no puede determinar si se trata de un suicidio o de un homicidio. Ella es por
tanto arrestada y juzgada por asesinato, y en dicho proceso van apareciendo
episodios que muestran la convulsa realidad en la que vivía la pareja, con
antiguas heridas todavía por cerrar.
Excelentemente
protagonizada por la actriz alemana Sandra Hüller, no logra con su
interpretación, conseguir que esta película atrape más allá de artificiosos efectos de guión, en el que, una
vez más y como últimamente viene
adoleciendo el cine francés en sus películas de juicios, juega a epatar con el
lenguaje. No lógicamente con las tretas de los abogados acusadores y
defensores, sino con el de unos acusados y testigos que de forma inverosímil y
ante la presión mediática y emocional, son capaces de hilvanar brillantes y coherentes
discursos en poco creíbles réplicas y contrarréplicas, que en el caso del niño
llegan a ser sonrrojantes por el poso, madurez y domino de la estresante
situación que muestra en los duelos dialécticos a cara de perro con el
resabiado abogado acusador.
No
es en todo caso una mala película, mejor cuadro brevemente se centra en la
trama policial más que en la judicial, y cuando se reconstruyen los dramas de
la vida en común de la pareja protagonista y sus diputas dialécticas… en este
caso más que creíbles. Esta muy bien rodada en planos largos, tiempo pausado y
silencios junto a estruendos que extreman la sensibilidad, pero no emociona
como drama, ni como thriller. Lo mejor, es que absuelta o condenada la
implicada, no queda definitivamente claro que pasó realmente… ni se necesita
saberlo.
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