Foto: Daniel Aguilera |
aunque en la presente actuación volvió a presentarse únicamente acompañada por la batería baqueteada por Alana Ecker… ante un sorprendentemente reducido número de espectadores, un par de docenas esta vez, que pudo disfrutar de forma muy cercana e íntima, además de respetuosa de la singular artista.
Con su peculiar estilo de tocar
la guitarra (llevaba la vieja y desgastada de su anterior aparición),
arpegiando sin necesidad de púa, y con el ágil pulgar marcando el ritmo,
ofreció una narración sonora en el que las canciones sonaron crudas, pero no
ásperas. Un pausado muestrario interpretado con pasión, y a fuego lento de los
sonidos de raíz norteamericanos: blues-country-folk íntimo mostrado bajo la
dura coraza de una apariencia que… se desmoronó en cuanto comenzó animosamente
a comentar con el público diferentes anécdotas.
La primera
cuando olvidó que canción debía tocar, cementando que se habían llevado el
listado de canciones en el concierto del día anterior… era «Cry Baby» una de las más “punkarras” del repertorio, que
por cierto en la versión de estudio comparte méritos vocales con Valerie June.
Después y con la confianza y confidencialidad que el ‘petit comité’ permitía,
cuando culpó a los duendes de unos pequeños problemas de acople con el pedal de
sonido… después de lanzar otra exaltada proclama «Downtown» y algo antes de «No
Reason»
un extrovertido cuntry-soul con el que puso a balar al respetable, antes de
pone fin a la familiar actuación con un bis con ella sola como protagonista…
¡así da gusto!