A
estas alturas, el asturiano poco tiene que hacer para agotar las entradas allá
donde actúe. Tras una carrea artística labrada con empeño, personalidad y al
margen de escenas, desbrozando sendas sin descubrir que ha facilitado el camino
a otros artistas y que comenzó con la indiferencia de sus primeros trabajos, el
cartel de maldito de los siguientes y los varapalos de quien tras alabanzas en
su evolución le dejaron de lado -posicionarse aún cuesta caro- más por parte de
la critica que del público eso sí… es
momento de recoger los frutos.
Aforo
completo y el público rendido a su figura, gracias sobre todo y en definitiva a
un repertorio brillante en composiciones y una interpretación reforzada por su
cada vez mayor presencia escénica, a años luz en solidez de su inseguridad de
antaño… que aún se percibe cuando tiene que explicarse al margen de la canción.
Su
última entrega: Mundos Inmóviles Derrumbándose, fue el lógico protagonista de la
noche. Vaya por delante que el que esto escribe se desmarca de la mayoritaria
opinión que lo ensalza como uno de los mayores logros de su carrera, pero… aún
con buenas canciones, se acomoda en sus ya conocidos registros habituales con
hitos de mayor calado, pero… el directo es el directo y esta noche las nuevas
composiciones rayaron a gran nivel.
Ayudó
la escenografía, tres grandes globos iluminados en un escenario dominado por la
oscuridad, el propio Nacho en su papel interpretativo, la banda: con los
habituales, el fiable Manu Molina (batería), el inconmensurable Joseba Irazoki,
hombre para todo en las seis cuerdas, más las nuevas incorporaciones Hans
Laguna (bajo), Ferrán Resines al teclado y especialmente Juliane Heineman en la
guitarra rítmica y muy presente con los coros y voces todas las noche.
Todo
aportó para crear solemnidad, trascendencia, algarabía y diversión que de todo
hubo aun cuando «Belart» de inicio no
parecía arrancar, pero con la clásica «Detener
el tiempo» y «Ser árbol» todo empezó a funcionar, con Nacho muy cómodo y fluido
con este tipo de canciones. Después de «Muerre’l
granu» adaptación en bable del «Summer’s
end» de John Prime… «El don de la
ternura» del último disco, que sonó emocionante y ¡colosal!, tras la cual la
sala se puso patas arriba con el Nacho más extrovertido, el de «Ciudad vampira» que por derecho propio se ha
agarrado con fuerza al repertorio con la festiva fuerza del banjo.
Nuevas
canciones «Esta noche nunca acaba», la
recientemente estrenada «Abnegación», «El mundo entorno a ti» y sobre todo «Ramón In», (su actual y simoniano ángel
Simón) calaron en el público en el contexto comentado colándose entre ellas una
muy celebrada, cantada y coreada «Lo que
comen las brujas», para finalizar con la infalible, emocionante y comprometida «Como hacer crack» y con el respetable en
plena fiesta, su nuevo clásico instantáneo, la electrizante «Big crunch» con su pegadizo estribillo en alusión
a Nina Simone, la agria dulzura increscendo de «La gran broma final» y la torrencial
desesperanza de «La pena o la nada del lejano disco compartido con Bumbury.
Tras
intercalar algunas, necesarias y bien recibidas proclamas sociales, en el bis,
Nacho se acordó de los tiempos heroicos con el citado «El ángel Simón» que comenzó interpretando
solo en el escenario para acabar con todos los instrumentos en ruidista
algarabía colectiva, para… en baño de multitudes acabar concediendo al público
el karaoke de la insistente y quizá ya reemplazable «El hombre que casi conoció» a Michi Panero…
aunque bueno, alguna complacencia habrá que permitirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario