Tras una década sin material nuevo,
Cale reaparece con doce canciones largas, entre los cuatro y los siete minutos,
en las que domina la pausa, los sonidos densos y electrónicos, pero orgánicos, aunque también algunos
desparrames instrumentales… y es que el octogenario compositor todavía tiene
cosas que decir como testigo de una sociedad que se tambaleaba en una especie
de distopía real dominada por protagonistas como Trump, el Brexit, el Covid, el
cambio climático, los derechos civiles o el extremismo de derechas…
ejemplificado en el disparate que plantea canciones como la apocalíptica The
Legal Status of the Ice ¿A qué país pertenece el agua que se derrite en los
polos? planteada junto a Fat White Family.
El galés formado artísticamente en
el Nueva York de los 60 del pasado siglo, no se acomoda a vivir de las rentas
de su producción pasada y siempre en vanguardia desde sus lejanos inicios con
The Velvet Underground sigue experimentando con sonidos, estructuras, voces… al
tanto de lo que ocurre a su alrededor.
Es por ello que se ha rodeado de
múltiples colaboradores como los experimentales: Animal Collective en la
circense y afilada plegaria ‘Everlasting days’; electrónicos: el dúo Sylvan
Esso en la catedralicia ‘Time stand still’, Laurel Halo en la devastadora
‘Mercy’, Tei Shi en la esperanzadora ‘I know yoiu hapyy’ y Actress (Darren
Cunningham) en la claustrofóbica ‘Marilyn Monroe’s legs, pero también folk;
Weyes Blood (Natalie Mering) en la delicada Story of blood’. Todos ellos
matizan su propuesta desde la base de unas canciones intensas… y potentes,
aunque no en cuanto a volumen.
Un trabajo que suena a despedida
¡quién sabe! dominado por desvaídos y espesos viaje a las profundidades del
alma con su inconfundible voz y en el
que recuerda además a compañeros de viaje que no le han sobrevivido como Nico ‘Moonstruck
(Nico’s songs)’ o sus correrías de juventud nocturnas con Bowie ‘Night Crawling’
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