Homenaje a la ciudad que le vio nacer y donde creció…
Nápoles. Es esta su película más personal en la que relata su pasado: infancia y
juventud, la familia, el inicio del amor, el deporte… y es que los ochenta y la
llegada del legendario Diego Armando Maradona al club de fútbol de la ciudad,
son el significativo marco por el que se suceden con alegre humor los hechos
cotidianos del adolescente protagonista entre apasionados episodios de un
verano: fraternidad ante la mesa, discusiones familiares… afectos e inquietudes
que se presentan grotescas unas veces y triviales otros.
Es además un recuerdo del cine de su país, más
concretamente al ’Amarcord’ de Fellini, sobre todo en una primera parte
desbordante de costumbrismo a la italiana, en el que la familia, nuclearizada
en infinitos miembros, se desborda en tópicos tragicómicos que no ocultan la
reflexión que fluye por el interior de los personajes más jóvenes Fabietto, su
alter ego interpretado por Filippo Scotti y su hermano, que sin grandes
sobresaltos van modelando su personalidad.
Poso vital interrumpido de forma inesperada por… un brusco
y penoso suceso que cambia radicalmente el tono esta película en la que la
alegría y la desdicha se entrelazan de forma natural, sin alharacas en la dicha
ni sensiblerías en las desdichas.
La segunda parte de la cinta narra la desorientación, dudas
y esperanzas del, a la fuerza maduro protagonistas y el inicio de su vocación
como director de cine. En el mismo tono natural, aunque de forma un tanto más
onírica, la historia transita por los terrenos metacinematográficos. Con algún
guiño nada evidente a ‘Cinema Paraidso’ de Tronatore, pero sobre todo on la aparición
en escena del también director napolitano Antonio Mantuano, mentor y referente
para Sorrentino, que en una serie de grandilocuentes y divertidas secuencias cuestiona fuerza al protagonista a tomar su vital
decisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario