El
director italiano recurre a su temática habitual, la belleza en general y la de
la mujer en particular junto al amor por su ciudad, para describe la historia
de la joven y bellísima protagonista como metáfora de la ciudad. Si Parthenope
(sirena que da origen a Nápoles) no es capaz de sacar provecho de su hermosura,
prefiere hacerlo desde la inteligencia, tampoco lo es la ciudad, ensimismada en
su propia atmósfera indolente y
condescendiente consigo misma. Tras una meritoria primera parte, en la que se impone
lo visual y contemplativo, con la protagonista y su familia en los años 60’,
viviendo una especie de dolce vita
como logrado canto a la belleza.
La segunda naufraga cuando en los años 70’su
atractivo físico e intelectual deja de ser inocente. Se pierde en secuencias
barrocas y estrambóticas y aunque sigue fascinando en las escenas interpretadas
por Celeste Dalla Porta en
su primera película ¡y ya con la cámara por y para ella!, el guion avanza
deslavazado en lo visual y desconectado en lo narrativo, excediéndose además en aforismos y diálogos impostados de insustancial
retorica. Una película valiosa en su estética, pero se le va de las manos, con
buenas interpretaciones, aunque con irregular interés por los personajes y su
aporte. En definitiva, fallida en su contenido
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