Tras despachar a los
Pixies, el bueno de Black Francis comenzó una frenética espiral compositiva en
solitario que cosechó muy buenos resultados en sus primeros trabajos de mitad
de los 90. Sobre todo el segundo, ahora doble vinilo dorado que brilla como la
corona que ciñe su cara en portada y que, no solo aguanta el paso del tiempo,
sino que se fortalece lejos del contexto favorable que en esos años soplaba a
favor del bostoniano y del que supo tomar ventaja.
No se desconectó de los
duendes (J. Santiago colaboró en varios cortes) pero ofreciendo algo más. La
producción de Eric D. Feldman: Beefheart o Pere Ubu, ayudó a
encauzar sus marcianadas sin perder estilo y personalidad, incluso cuando de
forma más desapercibida y valorable a día de hoy, se acercó al hardocre,
opereta pop o ¡soft rock! en piezas breves con las que experimentó en busca de vías
paralelas con la guitarra siempre protagonista.
Imprescindible enmienda al manual de rock alternativo. Después la corona perdió
su brillo.
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