Tras la
fiesta de bienvenida gratuita del miércoles, el, primer día de abono se
presentaba como el más ecléctico de las tres jornadas restantes, con muy
variadas e incluso antagónicas propuestas entre las que se repartió el numeroso
y heterogéneo público, tanto en edad como en pelaje y gustos... según camisetas
(la de Alcalá Norte fue la que más se vio).
La tarde comenzó con Meeky que
desplegaron con ilusión pop guitarrero, juvenil y ratonero en baja fidelidad
que según avanzaba el final, evolucionó hacía sonidos post-punk en su versión
atmosférica con los teclados asomando con desparpajo entre las eléctricas. Incluida
versión de los punk-rockeros californianos Joyce Manor. Los residentes en
Madrid, valoraron agradecidos al nutrido grupo de post-milenial, como ellos,
aguantar la solana. La distorsión de voz, aunque no abusaron, no le sentó bien
a sus canciones, no así el confeti que se lanza al final de cada actuación de
este festival.
Fín Del Mundo sufrió la severidad
de la tarde en el escenario orientado hacia el oeste, y los rigores climáticos
que sufren en su Patagonia natal se convirtió en antagonista sensación según se
encendían sus pómulos y hombros, lo que no impidió que la sonrisa dejará de
asomar en sus rostros. Siguen ganando adeptos en cada actuación y para la
ocasión se congregó un buen puñado de seguidores y bastantes curiosos,
que se movieron según el arrebato de las tormentosas melodías y volcánicos
ritmos de consistente pegada, en un repertorio principalmente instrumental,
entre las que se cuelan letras precisas en su poética medida, en contraposición
a los cataclismos distorsionados de las guitarras. Las bonaerenses de adopción
presentaron canciones nuevas. «Una temporada en el invierno» y «Vivimos lejos»
sin olvidar sus inicios con la canción que les da nombre y afianzar el presente
con canciones ya coreadas como la tensa emoción de «La noche».
Tampoco le favoreció el horario de media tarde a Ghostwoman, que sustituyeron la baja a última hora de Bar
Italia. El dúo formado por Evan Uschenko en la eléctrica y sintetizador e Ille
Van Dessel en la batería, ofrecieron un monolítico y atrayente concierto
principalmente instrumental, de cambiantes y turbulentos ritmos, entre los que
se retorcía la guitarra y la voz en recitado de él, sobre la machacona y
primitiva batería de ella. Distorsión oscura con espacio para la tensión fronteriza,
sonidos trascendentes, pero crudos y torsión oclusiva para una cinematográfica
y negra 'murder ballad' con el interfecto teatralizando cual amenazante killer.
Una actuación impactante.
Con Viva Belgrado el ambiente tomó
otro color, tanto en número como en edad del público. Los cordobeses
lograron congregar a una multitud de jóvenes entusiastas: universitarios y de recién
estrenada mayoría de edad incluso. Fue un gusto ver el entusiasmo que emanaba
del escenario y como, en la pista era recibido el aluvión de hard-pop agresivo
de actitud punk. Todo un torbellino melódico de enérgica y acelerada rabia,
bien construido bajo el tamiz de la melodía pop voluminosa y potente. «Un
Tragaluz» desató el delirio para acabar en hardcore puro y duro con la
chavalada disfrutando y reafirmándose como generación con futuro... y más.
Cambiaron totalmente las tornas, aunque sorprendió ver también gente joven, del
sur principalmente, con camisetas de Triana… en la antagónica propuesta que
llenó el recinto en el tránsito hacia la noche. Israel Fernández, Lela Soto y Frente Abierto presentaron por primera vez su proyecto
conjunto que vincula la tradición flamenca con los sonidos oscuros y
progresivos junto a atmósferas brumosas de tradición popular. Israel, flamenco
contemporáneo, se alternó con Lela, de la legendaria familia Sordera, entrando
y saliendo a escena cada dos canciones para acabar convergiendo ambos con la
banda de acertado nombre: Frente Abierto, en la que convivían con respeto la
guitarra eléctrica, la flamenca y el sonido electrónico. Más cercana
ella, más trascendental él, atraparon entre vaporosos ecos envilecido en sus
momentos más íntimos por el sonido de la pequeña carpa de DJs.
Otra de las
propuestas más personales teniendo en cuenta el contexto sonoro de la
noche, fue la de Curtis Harding. El afroamericano
de Michigan aportó un exuberante y colorido surtido de soul retro con muchas
dosis de dub sinuoso, roots elegante y down tempo. Puso bailar a las filas
delanteras sostenido por un entramado instrumental brillante y de ritmo
envolvente, para pisar también los terrenos del blues tribal, con animado duelo
de batería y congas... a falta de la sección de viento. No rehuyó las sendas, rock-soul
clasicista de guitarras nítidas y resplandeciente, por momentos parecía que Joe
Cocker sed había subido al escenario.
Los esperados Big Thief pillaron a
sus numerosos seguidores con el pié cambiado, pues se preveía repaso de algunas
de sus tantas y conocidas melodías, de hecho abrieron con la trepidante emoción
de «Shark Smile», pero no fue así. Hasta cuatro canciones nuevas fueron las presentadas, destacando los cerca
de diez minutos de «Incomprhensible», un torrente sonoro que serpenteó entre el
intimismo rítmico y la catarsis de distorsión instrumental, en uno de los pocos
momentos en que Buck Meek aportó en la voz. También sorprendieron con una
formación de dos baterías y nuevo bajista, reforzando los ya de por sí percutidos
ritmos del ahora quinteto. Adrianne Lenker apostó por los parajes más
introspectivos de guitarra y voz, aunque « Dragon New Mountain I Believe In You»
sonó más briosa… y no se olvidó de «Not» y la inevitable «'Masterpiece» con la
que concluyeron un concierto nada condescendiente que pareció indicar punto
de inflexión.
Standstill se presentaron comentando
que era un regalo esta gira especial.... un regalo como homenaje propio a su
carrera y a ellos mismos, eficientes músicos como demostraron una vez
más, además de a su público fiel con el que han compartido tanto. Sonaron los
clásicos por aclamación: «¿Por qué me llamas a estas horas?», «Adelante
Bonaparte »... sin olvidarse de sus orígenes puramente hardcore, cuando
cantaban en ingles. Actuación sin sorpresas, aunque tampoco hacía falta.
Los franceses Slift si que sorprendieron
con una gran actuación a base de psicodelia, stoner, space rock y hardcore
oscuro, sonidos todos ellos tamizados por la distorsión. Guitarra, bajo y
batería compenetradisimos en constante virulencia sonora con ramalazos de rock psicótico
y trash oclusivo. Les acompañó el horario con un público enloquecido bailando el
ciclón circular y centrifugo del hardcore, para bajar revoluciones en
retrospectivas interestelares colectivas. Asombrosa actuación.
Con Margarita Quebrada se cerró el
círculo juvenil iniciado por la tarde. En este caso, ambase de electro-punk de
batería machacona con valiosos sintetizadores oscuros y abusiva distorsión
metálica de la voz para deleite del público de la madrugada. No faltó la
inevitable colaboración de Xenia en un par de canciones.
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