A Thousand Horses |
El
que sí que se enfango bien en los cenagales del Delta fue Nat Myers, que se plantó solo con su guitarra metálica para ofrecer
un ambulante viaje por los sonidos del blues primitivo y destartalado. Su vida,
al igual que los viejos ‘ramblers’ ha sido un constante viaje de búsqueda guitarra en mano y a la sombra de la grada
emuló a los pioneros, incluso con su presencia física y escénica. Con su
frenética y prodigiosa zurda y deslizando el cuello de botella por el mástil, logró
enganchar con su… nada fácil propuesta a un público que se hacía cada vez más
numeroso atraído por la curiosidad y que
perplejo, permaneció hasta el final de esta ruta sonora que comenzó
individualmente en el sur del Delta para
en un par de canciones finales abarcar acompañado a dúo y con las misas armas,
cerca del blues de Chicago.
El
escenario principal lo abrieron Los
Nikis de la Pradera, la actual transmutación country de la emblemática
banda de los 80’ Los Nikis, que con una instrumentación sencilla a base de
acústicas, banjos, cajas y escobillas mostraron su particular e irónica visión
del mundo sin perder la acidez en las letras. Presentaron su recomendable
estreno discográfico y tunearon con sentido su viejo éxito «Diez años en Sing Sing», pero como ellos mismos dijeron ‘Nos sentimos como la Ponferradina en la Champions’
y realmente así fue, pues aunque hicieron una buena actuación y el público
respondió, aparecieron, más por sus letras que por su música, desubicados y
fuera de contexto. Hubiera estado mejor en el escenario de la plaza al mediodía.
Con
la luz de la tarde declinando ligera llegó el turno para despedirse de GospelbeacH. Brent Rademaker anuncia
retirada, al menos del proyecto como tal, y en esta luminosa actuación lució su mejor sonrisa y ánimo.
Comenzaron desperezándose entre cadencias medias de psicodelia evocadora y
elegante, evocando las melodías del West Coast californiano de los 60. En
formato básico de cuatro, los teclados fueron protagonista en buena parte de
las canciones, como perfecto complemento a la guitarra slide cuando el momento
lo requería, como en «I Close My Eyes» o «Yosk Blvd.» dos canciones de su último trabajo Wiggle for fingers que presentaron con
entusiasmo entre algunos alardes de rock enérgico y arrebatos hillbilly con
Brent jugando con su sombrero para batearlo fielmente con el mástil de su bajo.
Como epílogo apareció Germán Salto, como ya hizo en anteriores actuaciones para
interpretar «You Ain’t
Going Nowhere», la original de
Dylan que popularizaron ¡como no! The Byrds en su disco junto a Gram Parson Sweetheart of the Rodeo poniendo punto y final a una brevísima actuación de
cuarenta y cinco minutos que dejo con ganas de muuuucho más.
Con
el crepúsculo llegó tras no poder actuar el día anterior Myron Elkins el joven blanco de veintiún años sorprendió con una
descomunal voz negra y madura, para arrasar de inicio junto a su banda de tres
guitarras a base de setentero hard-rock zeppeliano y rithmanblues stoniano,
para continuar por las sendas del hard-blues denso aderezado de electrizantes
punteos eléctricos que desembocaron en vibrante souther-rock. Avanzada la
actuación y con la acústica a cuestas, demostró que también tiene aprendida del
country-rock… y del soul del que se iban impregnando las canciones hasta…
lanzarse directamente a la yugular con «Driving wheels» el original de Al Green y finalizar el
concierto en plan jam sesson instrumental sacando lo mejor de los músicos que
le acompañaban… y de él mismo que sin ser un virtuoso, se animó con algún
alarde guitarrero. Una actuación poderosa la de su estreno en estas tierra.
De noche ya, llegó uno de los momentos más esperados para muchos, la actuación de
The Wonder Women of Country el trío
formado por Kelly Willis, Brennen Leigh
con las acústica y Melissa Carper con el contrabajo que interpretaron canciones
de cada una de ellas con su
propia voz además de algunas de las aparecidas en su Ep
conjunto. Apoyadas por la slide guitar y una batería prácticamente testimonial
ante el protagonista del contrabajo se fueon turnando a la voz, aunque todas
ellas participaban haciendo coros y
doblando voces… además de cubrirse en algún desliz vocal. Las canciones de
Kelly sonaron a country clásico en su versión más íntima y emotiva «Another Broken Hert», «What I
Deserve»
escrita como recordó junto al Jayhawk Gary Louris, o «A Thousand Ways». Las que cantó
Brennen no se alejaron del clasicismo del género, pero en su versión más
extrovertida y animada «Fly Ya To Hawaii» con el slide como protagonista, entre
otras historias de camioneros y fantasmas adolecentes en clave western-swing.
El turno le llegaba a Melisa con las revoluciones altas, que ella se encargó de
mantener a ritmos tex-mex «Texas, Texas, Texas». Una variada, entrañable,
simpática y entretenida actuación. Todo eso y más.
Pasada la
media noche se cerró esta edición con una banda de ruidosas guitarras y energía
rockera, como suele ser habitual en el festival, con la primera visita de A Thousand Horses al territorio
español. Los de Nashville hicieron piña tras la batería para conjurarse cual
deportista en trascendente acto antes de salir a escena… comenzar el
espectáculo liderado por su vocalista Michael Hobby que dominó el escenario
moviéndose con desenvoltura por el entregado a un púbico que apuró sus últimas
energías en ellos. Mereció la pena, pues la épica rockera con las guitarras
estallando en punteos electrizantes, pronto atrapó a los muchos que se quedaron
en las primeras filas tras la actuación anterior. Se manejaron con solturas
ente emocionantes melodías de country -rock emotivo pero muy enérgico, springtinianos
momentos que dejaron algún espacio a la psicodelia y la distorsión, sobre todo
en el orgiástico final de la actuación aunque los alardes de Zach Brown en los solos
de guitarra, eran claros y afilados con algún arrebato AOR ochentero incluido.
Se lo pasaron genial en el escenario y los de abajo más aún como broche final a
una noche para recordaren este caso… en lo musical.
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