Una novela
irreverente, divertía, escatológica y provocadora en su explicito y soez
lenguaje, que muestra con brillante descaro el despertar sexual, por decirlo de algún modo, de un chaval de quince
años Franki, obsesionado con el sexo, que se acerca a él y lo descubre de la
forma más grotesca y patética, y que como irredento onanista recurre a la
fantasía para satisfacer sus deseos a través de un alter ego Dick Loverman, su
antítesis sexual que exhibe sus hazañas en distintos espacios y tiempos.
Episodios
escabrosos e hilarantes que muestran un costumbrista retrato generacional de
los 80’ tanto familiar como escolar y callejero entre lugares cutres del Baix
Llobregat y alrededores, espacios periféricos alejados del brillo que irradia
la gran ciudad, y en la que se mueven personajes que harían buen papel en una
peli de Torrente, lo del tío chusco del joven protagonista está más que
logrado, al igual que el compañero de instituto, el único que tiene.
La constante
y tragicómica pulsión pajillera del físicamente poco agraciado protagonista, le
llevará por oscuros y humillantes episodios, que parecen no tocar fondo,
poniéndole a prueba a él y quien lee éstas 175 páginas muy bien ordenadas en
función de los personajes secundarios que van orbitando por entorno a Franki en
sus aventuras y desventuras y cuyos capítulos terminan con citas reales de
casos incluidos en un Tratado de Psicología Sexual fechado en 1988 que no tiene
desperdicio.
Con una
narrativa cruda y radical, potente en fondo y forma, y sobre todo un lenguaje
afilado y lenguaraz que juega con imaginativos e infinitos sinónimos, a la vez
que mezcla el verbo culto con la jerga de las cloacas callejeras consigue
reflejar además las inseguridades, soledad, sentimientos de culpa del desdichado antihéroe.
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