Producción
francoalemana -el director iraní tuvo que huir de su país- que denuncia la
teocracia y falta de libertad, sobre todo de la mujer en Irán. Lo hace desde un
conflicto familiar, el de un padre, juez instructor que trata de ser justo,
pero se da de bruces con la realidad de un sistema corrupto que no permite
dudas internas en rápidas sentencias de libertad o muerte, las jóvenes hija, que
ven la situación desde el otro lado, permeables a la calle y no a la televisión;
y una madre que adopta diferentes perspectivas según avanzan los
acontecimientos.
La primera parte muestra el dilema moral del padre, bajo el
realismo de compromiso que caracteriza a su valorable director, en escenas
tensas de diálogos escasos pero concisos, entre susurros y silencios,
intercalando imágenes reales de la represión. Los personajes están muy bien
trabajados y el hilo narrativo bien trazado mientras la trama evoluciona hacia la
intriga dejando de lado el realismo descriptivo, pero un hecho lo cambia todo:
la desaparición de la pistola que el padre guarda en casa. En ese momento el
conflicto toma otra dimensión y la trama se convierte en un exagerado thriller,
con los personajes y la acción desquiciada, rompiendo así el apreciable y psicológico
equilibrio emocional en un innecesario y alargado final.
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