En apariencia un thriller, pues no faltan los ingredientes típicos del
género, pero es en realidad una compleja y nada convencional historia de amor
imposible entre un detective de policía y la principal sospechosa de un crimen
por partida doble, pues será en dos ocasiones espaciadas en el tiempo y en
diferentes lugares en las que se verá implicada como sospechosa ante,
casualmente el mismo reputado y meticuloso detective de policía.
El director
surcoreano suele expandir la trama con giros de guion que por momentos hacen
complicado seguir el hilo argumental, come aquí ocurre, pero, como también es
el caso, consigue meter al espectador en la historia gracias a su indiscutible
domino de la imagen en planos y situaciones inesperadas, mostrando además
detalles con los que sin prisa ofrece pistas que fijan la atención. Con sus
pros y sus contras, funciona como película de género negro clásico, pero
destaca sobre todo como drama pasional en el que las fuertes personalidades de
los protagonistas rivalizan en controlar psicológicamente al contrario.
La
intriga y el suspense son más jugosos en este enfrentamiento emocional derivado
de la extraña y emponzoñada relación, que de la trama policíaca en sí. Visualmente
atractiva, elegante pero oscura en su planteamiento y técnicamente intachable.
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