En su tercer trabajo Bridie Monds-Watson se aleja, aunque dejando rastro: «Bleach» o «Swear Jar» de sus orígenes ligados al folk íntimo, para abrazar un inspirado vaivén de
guitarreo low-fi noventero ¿The Breeders en adolescencia? Un disco que
busca los espacios difusos, los tempos indefinidos, entre la melodía suave, el
baile, y los paisajes sonoros atemporales. Lo consigue la norirlandesa con un
trabajo instrumental curioso, pues baterías sintetizadas, bajos marcados y
arreglos de guitarra afilados, en principio parecen dirigidos a sonidos
oscuros. No es el caso de este conjunto de estados de ánimo que la sitúan en
primera línea de artistas que exploran la catarsis emocional – Baker, Olsen, Van
Etten…– sin perder empuje vital «Get well soon» ni el brío contenido «Red-eye», gracias a una voz,
entre sedosa y rugosa según momentos, que se alza entre sonidos acústicos y
eléctricos. Hay también espacio para las guitarras nerviosas que llegan a la
distorsión en la excitante «Last
july»
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