Drama
en forma de thiller de espías, bien combinado con el género histórico y enmarcado
en el atractivo periodo prebélico de la II Guerra Mundial. En este escenario,
concretamente en el noreste de China (Manchuria) que en 1940 estaba controlado por el país del
sol naciente, se suceden una serie de experimentos químicos y anatómicos
impuestos por la autoridad militar nipona impuso a la población china.
El
cineasta japonés, cuyo apellido no tiene nada que ver con el del gran maestro
del cine Akira Kurosawa, muestra a Yusaku un empresario comercial que al
descubrir en sus viajes los ensayos biológicos con humanos por su gobierno, no
duda en anteponer su ética personal a
los interés del Estado del que forma parte además de creer en él.
Lo
hace con determinación, pues para no comprometer a su mujer Satoko actúa de forma clandestina, por lo que no
solo su esposa dudará de lo que realmente esconde o hace su marido… también lo
hará su politizado entorno laboral y social… y el propio espectador ¡claro!
Excelentemente filmado en tonos de color tenues que refuerzan el clasicismo del género además de enmarcar la historia en un halo de nostalgia elegante de los hechos pasados, aunque que recurriendo a imágenes de archivo reales para no perdernos del objetivo final de denuncia que más allá de los crueles hechos citados… se centra en la confianza de las personas en momentos de extrema dificultad, como ocurre con los protagonistas.
Estructurada
la película en dos partes, la primera avanza de forma pausada mostrando sin
prisas personajes y escenarios que de forma un tanto contemplativa y teatral
pero efectiva. En la segunda parte se desata la
acción para lucimiento de guión y trama, pero precisamente, no lo hacen pues surgen giros emociónales
efectistas y un alargamiento innecesario la resolución de la trama, rompen con
el ritmo intrigante de la duda que… ¿por qué no…? podría quedar irresuelta.
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