No
era fácil la papeleta que tenía que defender el bueno de Mike Scott en el
gélido lunes capitalino. No por él, que tiene artísticamente claro de dónde
viene y donde quiere estar tras más de cuarenta años de carrera, sino por el
público asistente, principalmente cincuentones que crecieron con las canciones
del escocés en los ochenta y primeros noventa pero, que se desengancharon de él
(y de la música muchos) según la vida avanza hacia la edad adulta. Significativo:
en el “merchan” no había casi discos, solo camisetas.
Todo
esto viene a cuento, porque el escocés, que saboreó las mieles del
reconocimiento comercial en la citada década, siempre ha gustada de complacer a
sus seguidores (que le llenan las salas), pero sin olvidarse del presente. Actualmente
su febril producción discográfica raya a buen nivel, aunque la repercusión ha
disminuido… y para los conciertos de esta gira, ya había anunciado, precavido
él, que tocaría buena parte de su reciente último trabajo Life, Death of Dennis Cooper una
virtual
y conceptual banda sonora sobre la vida y obra del icónico actor citado en el
título.
Dicho
esto, la actuación se ideó en tres partes bien diferenciadas. La primera para
el público, pero también para él, con una hora de clásicos que sonaron como lo
hace ahora Mike, con las guitarras más crudas y afiladas para que las canciones
sonaran más enérgicas, ritmanbluseras y algunas con un tono funky-soulero rokerizado,
y para dejar claro de que iba a ir la
noche, se marcó para empezar una versión
de Willy Nelson «Me and Paul» de las que justifican una entrada.
Sonaron
igual de rabiosas las canciones que formaron parte de su disco del 1985 el This Is Thes Sea que fue protagonista en
esta primera parte con «Medicine Bow» y «Be My Enemy» que sonó como si el Dylan
eléctrico más desbocado estuviera en el escenario. Curiosamente, y a
continuación la versión del «Knockin’ On The Heaven Door» no capturó la esencia
del Bardo de Minesota y, sonó intrascendente, aunque la asistencia la recibió
con desmesurado alborozo.
La primera
hora finalizó con «Fisherman
Blues» que ganó
mucho sonando actualizada y con los teclados sustituyendo sutilmente, como a lo
largo de todo el concierto, a los arreglos de violín, para acabar acústica en
mano y lentamente con «This
Is The Sea» del disco
del mismo título protagonista en este tramo, que se alargo hasta convertirse en
exaltado góspel.
La segunda
parte fue para él, y para los que se dejan sorprender, pues las canciones de
Hopper, aunque sonaron en consonancia a las anteriores en cuanto a
instrumentación, no fueron del interés de la mayoría. Aún así, el
bueno de Mike se preocupó en todo momento de introducir las canciones con una de sus coristas traduciendo lo que comentaba sobre la vida del homenajeado, incluyendo videos y grandes fotos sobre caballetes en el escenario que se convirtió en una pequeña galería de arte.
bueno de Mike se preocupó en todo momento de introducir las canciones con una de sus coristas traduciendo lo que comentaba sobre la vida del homenajeado, incluyendo videos y grandes fotos sobre caballetes en el escenario que se convirtió en una pequeña galería de arte.
Fueron
Cuarenta y cinco minutos muy disfrutables, con trío coral incluido, que comenzaron a fuego lento con «Kansas» y alusiones e imágenes a Steve
Earle (que ha tocado en alguna de las bandas que ha acompañado a Mike), para
continuar con las animosas «Live In The
Moment, Baby», «The Tourist» y la incendiaria «Hopper’s On Top
(Genious)». Se
alternaron canciones más movidas con tempos más pausados según correspondían al
auge y caída del homenajeado en pantalla.
La última
media hora, fue la vuelta al orden, aunque no tanto. Sí por repertorio, de nuevo
el This Is The Sea como protagonista,
pero no por sonido. «Don’t
Bag The Drum» que pilló
a más de uno en el baño subiéndose apresurado la bragueta o apremiando al
camarero a servirle la cerveza, aún sonó con la garra y energía de las
predecesoras, pero en «A
Girl Called Johnny», «Spirit» y «The Pan With» las guitarras perdieron
protagonismo a favor de unos teclados de sonido “demasiado ochentero” ¡con lo
bien que habían sonado durante toda la actuación! para desencantó de una
minoría silenciosa frente al fervor general.
Nada que no se pudiera perdonar en
el bis con Mike al piano en «The Whole Of The Moon» en el que intercaló un
sorprendente «Every
People» de la Sly
& The Family Stone…
y así
terminó, tras dos horas y cuarto de concierto, solventando la papeleta para
todos, aunque con algún parcial evaluado por debajo de la media, según la
calificación de unos u de otros. La del que esto escribe ya ha quedado
reflejada.



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