Con guion
del propio director junto a Alberto Marini, la película narra el contexto del
fin del franquismo e inicio del periodo democrático: la contrición ilegal y la
lenta regularización posterior de casas y barrios sin infraestructuras en la
periferia de la grandes ciudades, colapsadas por el aluvión migratorio de
andaluces y extremeños principalmente en años 60’ y 70’ del pasado siglo.
Para ello se
base en la historia real de la creación del barrio de Torre Baró en las afueras
de Barcelona, a partir de un personaje real Manolo Vital pionero del barrio, y
referente del movimiento vecinal que lucha por unas condiciones de vida dignas.
Lo hace desde su posición como conductor de autobuses urbanos de la línea que
da título a la película, pidiendo que la línea que conduce llegue al barrio.
Es un entusiasta
retrato de época, que refleja bien el contexto citado, pero que, seguramente de
forma intencionada, no profundiza a fondo (de forma tangencial si acaso) en
otros aspectos políticos del momento en directa relación con lo expuesto,
probablemente para no desviarse de su principal objetivo, homenajear a las
personas que lucharon por sus derechos y dignidad de una forma directa,
sencilla y emotiva.
Lo
hace de forma luminosa, tamizando el drama, sin alejarse de la dura realidad,
aunque suavizada a la manera de un cuadro costumbrista, articulado en torno a los personajes
principales: sus vivencias y sobre todo sus reflexiones e incertidumbres desde
los diferentes puntos de vista generacionales, con el personaje de la hija de
Manolo, el motor de esta historia (excelentemente interpretado por Edouard
Fernández).
Cae
en el sentimentalismo dramático en algunas escenas, en cambio en otras consigue
reflejar muy bien la tensión emocional ante la toma de decisiones, las dudas
que le surgen a su mujer (otra muy buena interpretación en este caso de Clara
Segura) cuando con el tiempo aparecen pequeñas oportunidades para una vida
mejor… que enfrentan los anhelos e ilusiones a la lealtad y el arraigo. Cine
social sin estridencias, con dosis de humor más o menos logrado, al igual que
el manejo de las emociones y estereotipos sociales, que reivindica la disidencia
pacífica sin sobresaltos.
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