A media tarde con el sol justo enfrente del amplio escenario secundario The Kills sacudió a un público que se empezaba a hacer notar en el extenso recinto, a base de machacones ritmos pregrabados y a la lacerante guitarra de Jamie Hince, mientras la cantante Alisson Mosshart se movía de un lado para otro, buscando la menor incidencia solar a la vez que se tapaba los ojos. No estaba viendo nada de lo que ocurría delante de ella, dijo, pero la tregua radiactiva permitió a la norteamericana manejarse con mayor soltura y el mismo carisma.
Comenzaron mirando
dos décadas atrás, con ‘Kissy Kissy’ de
su primer trabajo, aunque el repertorio giró principalmente en torno a su
última referencia God Games, sin
olvidarse de ‘Doing It To Death’ aparecida en la BSO de Titane, que sonó al
final junto a la adictiva y feroz ‘Future Stars Slow’ otra vieja y adictiva muesca
de su pasado, para ofrecer un genuino y bien recibido aluvión de postcontemporáneo
y cibernético garage-rock.
Después en el confuso límite en el que la noche desplaza al día, Ben
Gibbard se hizo dueño de la noche con su doble actuación, primero con Death
Cab For Cutie que celebraba el vigésimo aniversario de Transatlanticist que tocaron
en el mismo orden con esa cadencia de guitarras
tan suya entre la nostalgia atemporal y el pop íntimo, solo interrumpido
por el brío de ‘The Sound of Settling’ y los cambios de ritmo de ‘Tiny Vessels’
por un lado, y por la profunda trascendencia
“increscendo “ de la canción titular por el lado contrari…, momento
álgido con el público, respetuoso y en
silencio, entregado a la magia que emanaba del escenario. La actuación no se
apartó del guión previsto, como así debía de ser en esta señalada ocasión, ejecutada
exquisitamente y reforzando un periodo de la banda que no ha perdido vigencia
en directo.
El músico de Washington, tras cambios en el line-up y en el vestuario,
volvió al rato con The Postal Service. Cambió el distinguido negro por
el blanco nuclear y junto a Jenny Lewis y Jimmy Tamborello, más algunos músicos
acompañándoles, repitió formato con el único disco publicado de esta puntual
colaboración a tres bandas, Give Up
que sonó también en el mismo orden. La magia se vistió en este caso de rítmica
electrónica y muestrario vocal y coral, con la de Jenny aportando calidez a la
de Ben, más atenuada que con su banda, salvo en la emocionante ‘We Will Become Silhouettes’. Mientras,
Jimmy bicheaba entre los teclados y efectos que hicieron bailar al respetable con
la inapelable y emblemática ‘Such A
Great Heights’, y la
divertida y juguetona ‘Brand New Colony’, con sorpresa final versionando el “Enjoy The
Silence” de Depeche Mode.
Suena la voz en off de Lou Reed y aparecen, para cerrar la noche LCD
Soundsystem. James Murphy al frente de un buen número de músicos ofreció un
derroche de punk electrónico bailable y repetitivo que puso en movimiento al
mucho público que llenaba cada vez en más número el escenario principal.
Picoteó entre las referencias de su repertorio clásico, no faltaron la
rebosante orgía instrumental de ‘Daft Punk Is Playing at My House”, el cálido thecno de “Dance
Yrself Clean”, el tribalismo de ‘Home’ o la metálica elegancia de ‘All My
friend’, sin olvidarse del presente más cercano con la sofisticada
‘Tonite’ además de recordar a Kraffwer,
utilizando su ‘Radioactivity’ como intro de la colorida pirueta de ‘I Can’t Change’.
en un arrebatador continuo y crudo entramado percutivo de apocalíptico final.
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