03 enero 2021

Altiplano.Tumbos y tropiezos (ALAIN-PAUL MALLARD) Minúscula

No parece existir la palabra prisa en el vocabulario del escritor mexicano con residencia en Barcelona. Su obra aparece con cuentagotas aunque en su descargo…o sin él pues bien valen mayores obras escasas que abundantes y menores (no es este el caso) hay que añadir entre sus actividades sus incursiones cinematográficas. Tiempo pues, es el  que se ha tomado para presentar diez años después, este viaje por el altiplano boliviano realizado en 2010  que durante cinco semanas le llevó al inhóspito y despoblado territorio conoció como “el salar”, paisaje desértico salino (como su nombre indica) en pleno altiplano boliviano.


Hasta allí llegó, no atraído por la curiosidad del inusual paisaje, sino acompañando a la fotógrafa holandesa Scarlett Hooft Graflanden en su búsqueda de inspiración para su nueva sesión de trabajo con la cámara. Instantáneas con las que conectar land-art y surrealismo para modelar en el espacio una atmósfera de realismo mágico y efímero.

 

Lo que en esas jornadas de trabajo sucede se muestra en “Calcar el desierto” capitulo que por su mayor  número de páginas con respecto al resto, articula y caracteriza el texto. Lo previsto y sobre todo las trabas provocadas por lo imprevisto, son narradas con pausa pero a la vez con agilidad, deteniéndose en dichas dificultades los justo, lo suficiente para generar las soluciones que precisan tanto la artista visual como el autor del texto, que no definiremos como literatura de viaje, pues aunque los personajes vienen y van, el territorio, también protagonista (principal incluso), permanece.

 

Los asimétricos capítulos siguientes (tanto en forma como en extensión), muestran un altiplano más cercano en cuanto a poblado, predominando el paisaje humanizado de la pequeña urbe frene al rural vacio de la nada hospitalaria salina “artística”. En estos nuevos episodios, los tumbos y tropiezos viene marcados por nuevos elementos, suspense en “Acariciar un cóndor”, intriga en “Cosas del ancho mundo: el Orquestón” o el choque de sentimientos en la despiadada y tierna “El despojo”. El componente surrealista con trazas en ocasiones hilarantes  planea sobre ellas, no de forma “borgiana” aunque se intuye, pero si “buñuelesca”.
 
Es este título además una pertinente metáfora de los años de Evo Morales al frene de la presidencia de Bolivia como esperanza efímera de progreso (entre tumbos y tropiezos) para la población del país en  general y de la indígena en particular, en un periodo de tiempo prácticamente coincidente con el arranque y finalmente edición de este Altiplano.

 

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