El plano cenital con el que se inicia este documental muestra al personaje desnudo, metafóricamente y casi carnalmente, mostrando sin tapujos sus seis décadas de existencia en una habitación austera, compartiendo el íntimo silencio del despertar con su socia - así se refiere él a su pareja- en una escena que marca la estética con la que muestran las venturas y desventuras del carismático Enrique Villlareal.
Un retrato que necesariamente comienza mostrando en pinceladas básicas pero precisas, el contexto político y social que forjó la personalidad del protagonista y que han marcado su vida y obra. El barrio obrero de la Txantrea en Pamplona y sus conflictos en pleno periodo de la llamada Transición, que lo arraigan aún más a un lugar en el que nunca ha dejado de estar, los colegas, la mili y... como no Barricada, que junto con su familia se muestran aquí como principales ejes vitales.
Se muestran las luces de su proyecto familiar: los 40 años junto Mamen, sus hijos y ahora sus nietos -con los que comparte algunas de las escenas más graciosas y entrañables- y también musical: el despegue y éxito de la banda junto o a los lazos de amistad creados ¡enramaos invencibles! nos dice, su actual proyecto en solitario... pero también tinieblas: salir de las drogas, la enfermedad irreversible de la madre, el polémico y triste final de Barricada -su otra familia-... defendiéndose, pero sin airear trapos sucios y sin ánimos de revancha que reconoce superados, sobre todo tras el reencuentro con Boni.
Aparecen algunos compañeros de profesión, destacando Kutxi Romero cuyas palabras parecen poner luz sobre el complejo periodo postbarricada, Rosendo y Rosenvingen por su aparente ingenuidad -divertida naturalidad realmente- y en imágenes el gran Josetxo Bicho al que recuerda divertido nuestro personaje.
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