Los Cuantos son una banda madrileña de músicos experimentados que llevan años buceando por el subsuelo madrileño, desde la humedad de las cloacas salen a la superficie con un segundo disco "Plechblenda" que acababan de terminar el día anterior (según nos contaron) y querían presentar. Más que nerviosismo, si se notaba concentración en sus rostros y es que como alguien dijo "esta gente... sabe lo que hace"
Dos guitarras: Javier Colis (Demonios tus Ojos, Vamos a Morir, Mil Dolores Pequeños...) y Julen Palacio (La Familia Atávica, Las Malas Lenguas...) y la voz de Kim Warsen (Gimferno), detrás Adrián Ceballos (Rip KC, Novack...) y Gloria March a los teclados. Sin bajista. Una superbanda que pareciera capitaneada por el más veterano Javier Colis... percepción errónea. Escrupulosamente sentados y alineados los tres primeros, se intuye proyecto colectivo y así lo demostraron en esta actuación.
Colis (como siempre de riguroso negro) vuelve a sus orígenes como guitarrista, abandonando el papel de cantante y guitarrista acompañado por banda (así era en su anterior proyecto personal con las Malas Lenguas) y sin nada ortodoxo sonido de guitarra se puso al servicio de la banda, aunque ¡ eso si ! la guitarras que suena es la de Colis, inconfundible marcando a la banda con un carisma contenido.
Acompañados por una hipnótica emisión de imágenes a cargo de Lilli Hartmann, María López-Gallego y Ainara Pardal, apabullaron con dosis de blues chirriante y rock primitivo y machacón teñidos de psicodelia oscura en el que la batería de Adrián parece dislocarse e ir por libre... no parecía nada dejado a la improvisación.
Abrieron con "Love, love, love" la canción que da título a su primer disco (sólo en vinilo y en su bandcamp) un blues punzante y abrasivo en el que Javier imprime ese sonido de guitarra tan personal, afilado y sincopado destensándose a veces hasta parecer desafinado. Secundado por la guitarra de Julen que progresa con seguridad a lo largo de las canciones permitiendo dar rienda suelta a los desvaríos eléctricos de Javier
Kim aguantó poco tiempo sentado, agarrando elementos percusivos nada glamurosos como una pequeña pandereta de feria con irritante luz de neón, o un desodorante en "spry" con el que parece que han experimentado en su nueva grabación se fue creciendo hasta enredarse entre las primeras filas en una serie de saltos arrítmicos alejados de cualquier baile acompasado conocido. En este caso se olvidó de la trompeta por lo que se hicieron más presentes los arreglos de piano, salvajes al final de la actuación de Gloria..
Sonaron viscerales y contundentes ¡¡¡ y eso que estaban sentados !!! ante un público expectante que casi lleno el coqueto recinto, y es que como alguien dijo "es que esta gente... son ya otra cosa" le decía una chaval a otro al hilo de sus primerizas experiencias musicales.
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