La directora francesa que se estrenó hace cinco años
con la controvertida ‘Crudo’ continua forzando la máquina en un envoltorio que
raya la comedia involuntaria en un delirio de excesos más espeluznante que
espectacular… eso si ha conseguido dividir a los espectadores, pues es ésta una
película para amarla u odiarla sin término medio. Si te produce el segundo
efecto te tacharán de pedante retrógrado… si te produce lo primero te tacharán
de snob moderno, así que te provoque lo que te provoque...
En todo caso, se puede llegar hasta el final sin
llegar a la fobia, aunque el resultado sea un incomprensible disparate de
principio a fin, y es que a diferencia
de su anterior película ‘Crudo’ menos desbarrada (salvo en alguna epatante escena
de ‘gore’ salvaje), se quedó a años luz, de lo que … se supone que pretendía
contar., en ésta curiosamente hay una historia, una intención por mostrar un
punto de vista interesante, pero fallido, con un guión que deja preguntas sin
responder y un ir y venir entre géneros que si en principio pudiera resultar
atractivo… consigue todo lo contrario, no atinar con ninguno.
A la protagonista se le implanta una placa de titanio
en el cráneo tras sufrir un accidente de coche cuando era niña… en su juventud
es una mujer inadaptada e incomprendida y no parece que precisamente por dicho
episodio como indica la primera escena.
Huye de su familia tras un más cómico que trágico y
disparatado acontecimiento y se hace pasar por un chico desaparecido hace diez
años, cuyo desequilibrado padre sigue con esperanzas de encontrar. El encuentro
beneficia a ambas almas en pena, en busca ambos de una identidad nueva y de un
amor filio-paternal que no han vivido. Buena intención, pero… totalmente
errada, un dislate vaya aunque como ocurre en estos casos.
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