Equívoco título que en su original lengua persa
se traduciría como “Satán no existe”, término que se adecúa mejor a la
propuesta de su represaliado director -en arresto domiciliario por criticar al
gobierno iraní-. Cuatro historias con personajes muy diferentes entre sí y en
escenarios alejados, pero unidos por las “peliagudas” actuaciones que deben
afrontar al servicio del país del que forman parte activa con su trabajo.
Los
une además el deseo común de una vida “normal” según los estándares asumidos
por la mayoría. Los aleja la forma en que afrontan su dilema interno, la
ejecución de decisiones de difícil aceptación ética vertebradas en torno a la
pena de muerte. Los aleja la manera de afrontar dichas situaciones, desde la
aceptación pasiva hasta la negación activa, apoyados en los puntos de vista que
les rodea: familias, victimas, ejecutores…
Filmadas con diferentes estéticas:
entre la cruda objetividad y el idealismo poético, tanto en el espacio urbano
como rural y el moderno como el tradicional. Narradas según diferentes ritmos:
ente la parsimonia cotidiana y la acción trepidante. Solo el primer capítulo el menos amable, más
crudo y pausado y parte del berlangiano
verdugo en el segundo, justifica el visionado de este extenso metraje en el que
las líneas del mal se desfiguran.
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