Canciones ásperas, de guitarras secas y voz aguardentosa con las que el granadino musicalmente se aleja radicalmente de su pasado pop para mostrar un presente que se mueve por las cadencias del blues y del rock en su versión sinfónica y aflamencada. Eso si… en cuanto a los textos, Agustín no evita las vivencias del ayer para mostrar sin tapujos sus entrañas: nostalgia de amor y desamor, el paso del tiempo, los amigos perdidos, las oportunidades perdidas… ¡la vida vivida…! Sin ocultar sus errores.
“Aún me queda algo por decir” canta en el «Silencio» su cadencia más pop, canción que sucede a la que abre el disco «Nada es para siempre» su armonía más rocosa… y a la vez emocionante. En «El blues de los hijos de la ruina» cala hondo mientras brota en un spoken word sentío en un cruce de caminos que conecta el norteamericano delta y la meridional vega.
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