En
el recoleto y cómodo vestíbulo de un moderno hotel del barrio financiero de la
capital, el joven bluesman ofreció un viaje de ida y vuelta por los sonidos
tradicionales del blues. De manera sencilla supo trasmitir los sonidos puros y
primitivos del Deltas, a la vez que sorprendió utilizando varios tipos de
efectos y distorsiones surgidos de una amplia pedalera... más propia de una
banda de rock que de un solista blues, que el protagonista de la noche supo
manejar con buen gusto y elegancia, en momentos precisos y sin abusar de ella.
Su
propuesta consistió en una actualización del ancestral sonido sin cambiar sus
estructuras, aportando eso sí, sutiles arreglos que matizaron la gravedad de su
voz para crear un personal estilo posiblemente macerado a lo largo de una
biografía caracteriza por el constante tránsito. Nació en Milwaukee, lugar al
que ha regresado para grabar su segundo trabajo The Fatalist (Fast Posum 2023) creció y se formo en Texas y ha
viajado por Europa y África.
Influencias
que se reflejaron en una actuación sencilla y desnuda en sus primeras
canciones, con él y su guitarra solo en el escenario, que se coloreó con la
aparición de los músicos de apoyo al bajo y batería y enfundándose el dobro
metálico y su resonante sonido, con el que se marcó intensos y aclamados
punteos que sacaron más de un aullido al público. A la vez y doma casi
imperceptible, entre la tradición del blues “jondo” se colaron ecos del imaginario
acústico norteamericano, resonando sobre el escenario la narrativa dylaniana,
guturales voces a lo Tom Waits e incluso algunos arpegios de épica-folk zeppeliana…
para, en el bis, en otro viaje personal y sonoro de ida y vuelta, regresar de
nuevo solo al escenario, tras una estupenda sesión de blues ferroviario y
pantanoso.
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