La que fuera componente fundadora y bajista de
Pixies en los 90’, además de formar parte de The Breeders y The Amps, tras una
amplia trayectoria musical publica su primer trabajo en solitario, aunque no es
la primera vez que presenta canciones bajo su propio nombre, ya lo hizo en 2013 con
una serie de singles de vinilo entre los que aparecían incluidas un par de
piezas, regrabadas de nuevo para este trabajo “Are You Mine?” y “Wish I Was”
escritas y grabadas incluso antes, cuando en 2011, poco después de que la
artista de Boston abandonara a los Pixies tras su gira de reunión.
Podría ser esa la razón por la que la variedad de registros
sonoros es amplia y rica en sonidos, parece más una colección de singles que un
unitario larga duración que… curiosamente funciona en su conjunto y lo
caracteriza como una de las propuestas más personales de las que han aparecido
últimamente por el panorama internacional.
Abre el disco la canción titular del mismo, balanceándose entre
arreglos de cuerda que aporta un aire cinematográfico… difuminado al unirse a
los arreglos de viento, proyectando una irreal sensación de cálido holograma.
Lo mismo que en la siguiente “Coast” que con los mismos instrumentos remite a
cadencias hawaianas
entre palpitantes ambientes tropicales y algo fronterizos. Su inicio recuerda
al The Tide is High clásico del
rocksteady escrito en 1967 por John Holt y producido por Duke Reid para el
grupo jamaicano The Paragons, y que posteriormente versionaron en 1980 Blondie.
Las melodías
fluyen sedosas y sugestivas…
…pero
llega “Crystal Breath” y la cosa cambia, adentrándose la de Massachusetts por
las sendas del arrebatador y sucio guitarreo de
vocación ruidista y experimental que se extrema en “Big Ben Beat”, emulando o acercándose
a su coetánea la ex Sonic Youth, Kim Gordon. Hasta que llegan “Summerland” y “Come Running”
para dejar al oyente pegado a la arena, como cuando la tensión te baja al
llegar a la palaya desde la meseta. Entre ambos estados sensoriales
“Disobedience” y la que cierra el conjunto “A Good Time Pushed” suenan más
reconocibles con la trayectoria compositiva de su autora, funcionando como nexo
de unión entre el nervio y la pausa.
Antagónicas sonoridades ya sean distorsionantes y rígidos u
ondulantes y templados, para perfilar distintas imágenes de aire onírico y
surrealista unas veces, cerebrales y tormentosas otras, como vaídas postales
sonoras que narran diferentes momentos de su vida, y es que como ella misma ha comentado
cada canción tiene una historia personal detrás… que no olvida a las personas
amigas que le han acompañado en las bandas en las que ha formado parte y que
colaboran en este disco, salvo lógicamente Pixies, con cuyos miembros no
mantiene relación, y que parecen estancados desde su reunión en un
intrascendente e involutivo bucle compositivo sin interés… todo lo contrario
que su ex-compañera, que evoluciona de manera brillante y sobre todo original.
Un gran disco del que se ha hablado poco.