A pesar de la fría noche que se cernía sobre la capital en forma de lluvia, la ocasión se presentaba propicia para comprobar de primera mano todo lo bueno que sobre este incendiario duo de San Francisco se ha dicho y escrito. En sala pequeña y con buen sonido Adam Stephens (voz y guitarra) y Tyson Vogel (batería) lograron, sobre todo con las canciones de su último disco "What the tolls tells", desgarrar a los muchos que allí estabamos, tanto por sus silencios como por su delirios volumétricos.
Por lo oído y leído, parece ser que destacaban sus directos como un autétnico torbellino escénico, en el que a priori podíamos pensar más en lo formal que en lo sustancial. Nada más lejos de la realidad, aun cuando los momentos de desfase eléctrico fueron varios, no parecen dejar nada a la improvisación y es que hasta entre canción y canción Adam se mostraba concentrado en dejar todo a punto antes de afrontar la siguiente.
Canciones apoyadas en una batería contundente sencilla y básica pero con recursos, en algún momento ¡ jazz !, en otros ¡ trash !. La guitarra, en constante arpegio, escasos fueron lo momentos en que los acordes dominaban la canción. La armónica despiadada y chirriante. Con esos ingredientes consiguieron hacernos entrar en su juego. Momentos de tensión emocional como en la inicial introducción que dió lugar a "Steady rolling", se alternaban con antagónicos estallidos de punk ultraeléctrico como en la esperadad y aclamada "Las cruces jail".
Aun con una instrumentación básica, el volumén aumentaba, acelerándose o pausándose según requerían las canciones, aunque la mayoría de ellas se alargaban, siendo propicias para diversos desarrollos. Del folk eléctrico al rock primitivo con toques de taberna rural y punk urbano y sin olvidarse de... ¡ Frank Zappa ! Tras finalizar cuando el tiempo de la sala ya se había rebosado, tuvieron que volver por aclamación popular para acabar de forma espetacular con una de sus mejores canciones, la que cierra el disco "Waves of grain". Sus directos no son sólo anécdotas, hay conocimiento... y con causa.
Como aperitivo actuo el gigantón de Denver, Erich Bachmann, que por sus pintas, más parecía un irlandés errante. Acústica en mano y prácticamente sólo, salvo breves y específicas aportaciones de batería, violines y teclas, nos mostró su repertorio de folk-rock profundo, con momentos para la épica y también la fiesta rural y otros más íntimos. buenas canciones y buen complemtento para lo que llegó después.
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