
Desde le primer momento se despejaron las dudas. Las canciones de este último disco mejoran en directo, destacando "Secret for a song" o "In a funny way" (abriendo bises), aunque los mejores momentos llegaron centrándose en el repertorio clásico con los esperados "Opus 40", "Everlasting arm" o "Holes" interpretadas fielmente a sus originales en disco, sonido claro aun en distorsones, olvidando pasados experimentos sonoros.
Momentos mágicos con un Jonathan Donahue pletórico, coqueteando con el histrionismo y más vampírico que nunca, cual Nosferatu, resultado del juego de luces azulado y una puesta en escena detallada donde los mensajes e imágenes no dejaron de aparecer durante toda la actuación. Música de cuento dijo alguien cercano acertadamente, música para soñar dirían otros. Emoción en un ambiente de complicidad velada que se desbordó con "The dark is rising" en un final orquestal espectacular.

Para finalizar, decir que no llegué a tiempo para ver a The Decemberist. Agradecer de nuevo al faraónico y ególatra Gallardón las imprevisibles y nada planificadas obras que asolan cualquier resquicio de la capital, por más que te prepares para el el atasco, este te atrapa en espacio y tiempo.
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