La segunda
jornada parecía programada para atender al máximo reclamo de la semana, la
sombra de la icónica Iguana” es alargada y la espera hasta que llegara bien entrada
la noche, se hizo placida entre diferentes propuestas de a priori impacto
menor, pero que fueron preparando al público para una noche de aúpa. Abrieron
como acertada propuesta local los riojanos Tobogán
que reunieron aún con bastante sol a bastantes seguidores, convenciendo con
su una buena descarga de rock punkarra. A continuación y tras reajuste horario
tras caerse del cartel Deadletter por percance familiar de uno de sus miembros,
se colaron a última hora Kokein que con su propuesta stoner dio paso a
más bandas de Esukadi como en la jornada anterior, solventando con ánimo y buen
hacer la ardiente tarde en busca de la línea de sombra. Primero con Flying Rebollos banda de culto que no
tuvo la atención merecida en los 90’ y que en su regreso defendieron con
orgullo su clásicos himnos de rock clásico, tabernario, rithmanblusero y vacilón en castellano, onda
Burning… junto a alguna canción nueva a la altura de sus particulares clásicos.
Después otros que están de regreso, los
legendarios Delirium Tremens que en
euskera emocionaron a los que siguieron su corta trayectoria iniciada en los
postreros 80’ y sorprendieron a los que no, con un repertorio plagado de
edificantes canciones en las que la melodía y la potencia se fundieron en uno. Muy buena actuación
con un sobrio dominio de los instrumentos.
A media
tarde llegaron las propuestas más controvertidas del día, no por calidad de su
música, sino por la vocación rockera… o no tanto, que a priori “proclama” este
evento. The K’s, mostraron su perfil más reconociblemente british con
sus virtudes: buenas melodías de enérgicas guitarras pop, y sus defectos, sobre
todo en su actitud estética, algo condescendiente, pero también sonaron a electrizante
rock alternativo y en horario de tarde ya templada, gustaron a quien se mueva
en los márgenes y a quienes se dejan llevar con criterio por otras propuestas en las que la canción van
más allá del estilo, y estos tipos aportaron una cuantas defendieron
meritoriamente. Algo similar, aunque con una propuesta totalmente diferente, se
puede aplicar a Morgan, y es que los
madrileños tanto pueden encajar en un festival como en ninguno, saliendo
indemnes siempre que el horario acompañe, como fue el caso, pues en el ocaso
del día ofrecieron otra solida muestra de su atemporal y reposado cancionero
pop-folk que en la voz de Nina de Juan, crece sobre todo en las canciones en
castellano. Abarrotaron el segundo escenario.
Llegó el
momento más esperado con Iggy Pop
como no, que a sus años, ya ronda los 80, y con
una cojera crónica que limita sus movimientos, ofreció mucho más que la
exigible actitud. La voz, sin ser la que era, aguanta la exigencia de unas
canciones que se retuercen crudas como su figura pellejuda y fibrosa. Apoyado
en una banda de guitarras crudísimas, potentes y oscuras junto a contundentes y
machacones ritmos de batería, repasó de forma equitativa material de su carrera en solitario con el imprescindible
y salvaje repertorio de los Stooges, sonó todo lo que tenía que sonar menos
curiosamente “Fun House” que la noche anterior versionaron… ni por asomo con la
misma actitud los Pistols. Sonó más punk que el punk y más sucio que todo el
garaje rock junto se mostró creíble adaptando su característica teatralidad a sus
limitadas posibilidades, pero se le veía reírse y divertirse. Creía en lo que estaba
haciendo y lo transmitió. No se cortó en chapurrear en castellano proclamas
para animar ¡más aún! al enfervorecido público… y poco más que decir. ¿El
repertorio? por ahí están los listados, más o menos el de siempre, ¡que va a
tocar a estas alturas! Brutal actuación de un artista total e inmortal.
Tras la
liturgia sonora con el de Detroit, la británica
Kira Mac sabía lo que se
jugaba y se esforzó rabiosa y visceral en una actuación en la puso toda su
energía y potencia posible en el escenario pero su mezcla entre el metal y un
potentísimo hard-rock no acabó de enganchar más que a los más fieles Eso sí actitud, empeño y empuje no le
faltaron, ni a ella ni a su banda le fallaron. Llegó el final con Wolfmother, el trío australiano sonó atronador, rompiendo el sonido hasta
hacer retumbar los aledaños del recinto. Sin concesiones en su furia
stoner hardrockera y psicodelia con su
bajista apisonadora taladrando por
encima de las saturadas guitarras… uff!
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