Película
que adapta el libro publicado por Florence
Aubenas en 2010 basado en una experiencia real ocurrida en los
años cincuenta del pasado siglo en el que la escritora Marianne Winckler investigó de
primerísima mano en el mundo del trabajo temporal, precario y duro, muy duro. El
cineasta francés realiza una crítica de las más que duras, esclavizantes
condiciones laborales con las que sobrevive buena parte de la clase
trabajadora… y no solo la población migrante. De hecho los protagonistas son
francesas y franceses de diferente origen y edad con las/los que el espectador
puede identificarse sin dificultad. Protagonistas además que no son actores
profesionales salvo la principal Marianne interpretada convincentemente por la
reconocida Juliette Binoch.
La
población migrante aparece en un segundo plano, está ahí también lógicamente
pero… el objetivo es claro… cualquier persona trabajadora puede caer en los
infiernos del trabajo más alienante, en este caso limpiar (por las noches a
toda velocidad, en cadena y marcada por un minutaje por camarote de imposible
realización) los ferrys que conectan
Ouistreham en la ciudad de Caen con Postsmouth en Gran Bretaña.
Necesaria
denuncia la de esta película que no esconde además otro mensaje menos mundano…
más humano e intrínseco a la condición humana. ¿El fin justifica los medios
para alcanzarlo? ¿Mentir para esclarecer una verdad? El director expone el
conflicto ético, pero con buen criterio… no se posiciona y es que desde el
inicio de la cinta se evidencia que Marianne entra en la rueda del trabajo
precario con intenciones investigadoras alejadas a las de la propia
supervivencia
En
el proceso indagatorio, sus relaciones laborales y personales rápidamente se
tornan vinculantes y aunque la protagonista domina las emociones y pone la
necesaria distancia, la solidaridad que existe ante la angustia del paro o el
trabajo señalado provoca fuertes lazos afectivos que en el caso de Marianne, no
son del todo reales, pues no es quien parece ser, aunque… por momentos cuesta
entrever si sigue dominadnos la situación o está cediendo a las emociones.
En la línea del cine
social británico de Ken Loach, en cuanto al aspecto formal la cinta comienza
con una muy buena primera parte con un tono casi documental en el que se van
perfilando los personajes y todo lo que está por llegar. En esos momentos la
denuncia de hace más efectiva pues se muestra menos explícita y cruda
reflejando el desánimo de las personas en su búsqueda diaria de empleo…
agudizado por días grises y lluviosos, típicos del norte de Francia, que
todavía hacen más deprimente la situación. La segunda parte, la del ferry,
cambia el tono y ritmo de la cinta, más convencional y explícita aunque pierde
interés y aporta poco a lo ya apuntado.
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