Se llenó de atriles el escenario para guiar la acústica de Jason Pierce, que se mantuvo enfrentado a un piano con el que que parecía competir en intensidad. También, desde la parte de atrás, las partituras guiaban un cuarteto de cuerda, en que el cello se impuso en emoción, y un coro gospel de voces femeninas, cuyo origen más que probable sean las entrañas del Harlem. El máximo silencio y respecto por parte del público, algo poco habitual últimamente, hizo posible que se llegara a algunos momentos de máxima emoción, con una orquestación tenue y medida que conseguía llenar el espacio. Sencillez y claridad par elevarnos a lo más alto de... las profundidades. Tremendo final gospeliano con un "Oh happy day"que se alargó inmisericorde hasta perderse en el más denso fango de la plantación.
Después Soulsaver y Mark Lanergan siguieron con la plegaria. Abrieron con la hipnótica "Ask the dust" una canción perezosa en su inicio hasta que se barrunta el muro de guitarras y el fondo de pregrabados. De nuevo solemnidad con Lanegan en primer plano, inmutable agarrado al micro toda la noche, en penumbra y soltando letras como si expiara pecados, con una voz cada vez más ruda quebrada en los momentos más elevados. Siguieron "Ghost of you and me" con un extraño ritmo machacón entre gospel y hip-hop, y " Paper money" con un absorvente martilleo de teclas. Batería y bajo aplastantes, guitarras de rock embarrado (sonaron hasta tres a la vez) y de nuevo un coro gospel, todo ello sonando y de entre la maraña la voz e imagen de un Lanegan sepulcral. Con "Kingdom of rain", "Revial" y "Spiritual" el ex Sreaming Trees se recreó en su propia interpretación consiguiendo los momentos más emotivos. La sorpresa llegó en forma de versiones, dos de ¡ la Credence !
Dos actuaciones de riesgo, solventadas con nota, algo más la segunda que la primera, en la que las alabanzas y canciones referentes a Jesús se hicieron una constante. De allí salimos con el espíritu rehablitado o definitivamente perdido en el infierno.
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