Una historia que recuerda sobre todo en su primera parte a la que dirigiera en 2007 Sean Penn “Into the wild” (Hacia tierras salvajes) en la que el abandono del mundo y la huida hacia la naturaleza inhóspita se produce por motivos distinto, la convicción de la ineficacia de la vida colectiva en sociedad frente a la huida y búsqueda de soledad.
Land en su primer tramo engancha mostrando la lucha física y psíquica de Aide consigo misma, con su pasado y sus emociones, además de contra la naturaleza que actúa tal como es, aunque la urbanícola protagonista no podría, ni creería imaginar cómo realmente es.
Un drama psicológico bien planteado y mejor narrado en el que la naturaleza actúa como un personaje más… Naturaleza contemplativa en algunos momentos pero que actúa al acecho, mostrándose propicia tanto para la ventura como para el infortunio. Lo contrario a lo que ocurriera en la recientemente comentada Nomadland (Chloé Zhao 2020) con la que se establecen similitudes... no del todo apropiadas.
El problema llega en la segunda mitad del metraje, momento en el que sin abandonar la belleza narrativa ni calidad fílmica pierde ese interés por los aspectos más oscuros de la mente humana. El carácter introspectivo de la protagonista cede ante la aparición de Miguel (Demian Bichir) momento en el que la narración, aunque no pierde interés, ya que incluso explora diferentes sendas, se hace más convencional, para concluir en un final en el que impera la lagrima fácil… por lo que el resultado en conjunto se queda se queda un tanto a medias.
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