Dos años han pasado desde que apareciera el excelente "In black we trust", primer disco del proyecto de Ernesto González tras la disolución de los poco valorados "Pribata Idaho". Parece mucho tiempo, pero la intensidad y atemporalidad de dicho estreno, an con lo corto de su minutaje, hicieron de e´él un disco de escuchas repetidas, no apresuradas, de saboreo lento y en busca de matices ocultos. Aun pues con los ecos de este, se afronta con expectación la nueva entrega.
Una juguetona introducción "La hora de los oscuros" y la muy destacable "A dissapointed man" abren un disco que, aun cuando aquí logran sacar brillo del polvo a base de bonitos arreglos de guitarra, transcurre entre caminos más oscuros, crípticos y opresivos que en su anterior entrega, donde las coloristas mandolinas y armónicas quedan aquí reducidas a meras pinceladas.
Un disco, más que difícil, arriesgado que requiere del oyente y se intuye perdurable en el tiempo (un camino de largo recorrido al margen del éxito rápido que pocas bandas de aquí -Jet Lag quizás- está dispuesta a recorrer), en el que nos encontramos con momentos de trascendencia a lo Nick Cave "The worst journey in the world", aires desérticos a lo Parker & Lily "Scott's arms" y de frontera a lo Calexico en "Wnp", y ¡ como no ! ese toque de desgarro abandonado a lo Tom Waits "Mother science".
Pero aún hay más, fragmentos de experimento ruidista al final del disco "El entierro de Bakunin" y circenses cacofonías en el acertado epílogo "Cenit y Nadir" con la que volvemos a respirar. Por primera vez aparece el castellano en un minutaje de nuevo corto, sin posibilidad de asfixia.
¿Experimento en busca de nuevas vías o calculada ironía? y es que hasta en la portada, que igual que el anterior disco es un juego de simetrías y formas indefinidas, dan pistas... ¿caras, cerebros y gatos? o despistan ... máscaras, esponjas y dragones?
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