Muy desangelada se presentaba la tarde-noche de apertura del Sonorama. Tromba de agua en la carretera, nubarrones grises, frió y viento al llegar y una zona de conciertos poco, pero que poco atractiva, solar de arena entre tapias de un polígono industrial tras la carretera de circunvalación de la bonita ciudad mesetaria.
Pero con los sevillanos Maga, los ángeles aparecieron y el inconveniente que supone abrir un festival y ¡ más en las condiciones descritas ! se convirtió en marco impagable. Las nubes, tornándose rosa, cedían espacio al cielo y la lluvia se diluía cada vez más fina al aparecer un perezoso pero oportuno sol lateral. Un doble arco iris sobre la ciudad puso la firma ideal a estos improvisados efectos especiales.
Maga presentaron su último trabajo "el rojo" con un sorprendente buen número de seguidores ya al tanto de las nuevas canciones, entre las que se aprecia un peso mayor de las canciones sobre el sonido, olvidando un tanto los arreglos de teclados y base electrónica de su anterior disco. En algunos momentos sonaron las guitarras como no hubiera imaginado en esta banda, llegando incluso al ruido y la distorsión, alcanzando estos sonidos más peso y energía que en el disco. Dichos ramalazos revitalizaron los demasiados momentos tendentes a la dispersión e introspección autocomplaciente.
Con el sol tardío y de refilón, casi sin luz en el escenario y en crepúsculo apareció Nacho Vegas, confirmando que cada vez se encuentra más cómodo en escenarios grandes. Con un buen sonido y una banda "Las Esferas Invisibles" cada vez más rodada, parecía cómodo ¡ apareció hasta sin sus parapetos habituales gafas de sol y chupa de cuero ! a pesar de tener todavía que bregar con un público indiferente, aun cuando cada vez son más numerosos los conversos al mito en las primeras filas. Presentó el repertorio habitual de canciones que forman su último disco "Desaparezca aquí" (ver crónica en este mismo blog de su actuación el pasado 3 de junio en el Indyspensable) junto a algunas de las muchísimas que forman su prolífica carrera, sorprendiendo aquí con la siempre emocionante "El ángel Simón". Buen concierto y con la ironía intacta cuando los momentos se ponen trascendente, ese cuento homenaje que se marca psicodélico-kitch-cañí con Rocío Jurado y Dj Sideral como protagonistas hace dos meses actualizado con Pantoja-Julián Muñoz e Hilario Camacho ahora.
Con la noche ya cerrada apareció Iván Ferreiro. Riesgo sin éxito pues presentó lo que serán las canciones de su próximo disco, desconocidas aun, y tampoco dio opción a su etapa "Piratas". Loable esfuerzo de no tirar por el camino fácil pero poco más. El de Vigo parece esclavo de su propio estilo, más preocupado en formas: de estar en el escenario, de cantar... que en dejar que las canciones respiren por si solas, sin ataduras interpretativas. Su estreno en solitario tiene algunas buenas composiciones pero se diluyeron en una actuación anodina. Sus seguidores ¡muchísimos! se las prometían felices cuando antes, se subió al escenario a cantar con Maga, pero comentaban su insatisfacción.
Con Ok Go se va corriendo la voz, después de su casi casual éxito en Metrorock (ver crónica en este mismo blog -junio-) crece el interés y las primeras filas se llenan de seguidores con el disco oído. Los suecos que van camino de ser los sucesores de Franz Ferdinand (comparten productor) se metieron en el bolsillo a todos a base de los riffs eléctricos y concisos de sus segundo disco "Oh no". Suenan actuales por guitarreo, rapidez y desparpajo aunque por eso mismo y algunas melodías me recuerdan a los primeros The Kinks con Damian Kulash haciendo de un risueño y despreocupado Ray Davis. Momentos para la locura al final con "Debaser" de Pixies, "Do what you want" y como no como guinda y en playback "A million ways" con la ya conocida coreografía habitual.
Después Yeah, Yeah, Yeahs, con Karen O al frente como total dominadora del escenario. Salieron como una apisonadora supliendo un pésimo sonido con un auténtico espectáculo de carreras, colores, gestos y mucha, mucha diversión. Los neoyorquinos no dieron tregua a base de proto-punk-electro acelerado con breves canciones de apenas dos minutos. Tras lo inesperado y divertido del acelerón inicial, y a pesar de los esfuerzos de la banda por mantener el terremoto sónico a punto, la actuación se hizo difícil durante un buen rato, la guitarra y los pregrabados amalgamados en un estruendo indescifrables, la batería machacona se comía todo, por no hablar de una guitarra acústica que se supone estaba sonando con Karen gritando más que nunca. Meritorio tramo final de concierto en el que Karen dejando a un lado el grito extremo ¡ cantó ! sonaron las guitarras (incluso la acústica) y los diferentes ritmos se diferenciaron en canciones con volumen, contundentes, pero menos aceleradas.
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