Interesante propuesta la de este colectivo Famelia, que se autodenomina como agrupación de sellos y grupos para hacer las cosas sin interferencias. Bajo las premisas de la autogestión por convicción más que por obligación, se presentaron parte de las bandas que conforman la asociación en un lugar periférico y ajeno a actividades musicales minoritarias, pero ideal para una propuesta intima sin pretensión de círculo cerrado ¡ a 2 euros la entrada y revista la Inquina, de elaboración propia, de regalo difícil no expandir la Famelia !
Cuarenta minutos para cada actuación que finalizó con la presentación del segundo y recién editado disco de Rosvita "Podrida ser". Asentados ya como trío, aun cuando las funciones multisturmentistas de Nacho y Manolo (todo tipo de teclados, percusiones y trompetas) pudieran hacer necesaria la incorporación de algún otro miembro, nos ofrecieron una cara totalmente diferente a lo que fue, hace ya tres años, su disco de estreno.
Más básicos que nunca en cuanto a ritmos pero con multitud de detalles y arreglos. Una batería colorista y unos teclados chispeantes se hacen predominantes, olvidándose casi de las letras, utilizan la voz como un instrumento más, jugando además con micrófonos distorsionados y teclados de sonidos imposibles. Fundameental un bajo que hace casi las funciones de la guitarra para que esta suene con libertad total para el recreo. Ingredientes en principio dispuestos al ruido caótico pero que aquí se convierten en divertidos, bailables y... ¡ tarareables ! Después de un primer disco injustamente olvidado esta nueva entrega debería situarlos en el lugar que se merecen sobre todo con un directo como el que presentan.
Previamente, y también presentando su segundo disco "Egometrie" aparecieron Doss, quinteto áspero y ruidista, con momentos para el desenfreno guitarrero y otros de caída a los infiernos íntimos del ritmo tenue, con batería y bajos machacones pero precisos, momentos densos y oscuros junto a estallidos de éxtasis y delirio sónico, tormentas y calmas, espacios para la psicodelia junto a experimentación progresiva. Entre el grito y el susurro, con una voz en diferentes registros según la ocasión... o la emoción.
El cartel anunciaba a Ainara Legardon para cerrar el festival pero con su habitual discreción apareció entre medias, casi sin hacer ruido y con la sala a oscuras. Sola con su guitarra eléctrica y la luz directa sobre ella, con los instrumentos aparcados en silencio por el escenario, acompañada únicamente por Javier Díaz-Ena (Dead Capo) en el contrabajo, interpretó algunas de las canciones de sus dos discos "In the mirror" 2003 y "Each day a lie" 2005. Javier acompañó a Ainara también con el theremin en algunas canciones, consiguiendo un contrapunto a veces antagónico pero efectivo, no sólo al sonido de Ainara sino a su imagen en el escenario. Interpretó la salmantina algunas canciones totalmente sola en el escenario consiguiendo llenarlo con un sonido de guitarra limpio en el arpegio sólo sobresaltado por momentos de acordes rabiosos. Cada vez más segura en el escenario ofreció espacios para el ensimismamiento y la ensoñación aun cuando para el final, con el batería de Doss y Javier al bajo eléctrico apareció la Ainara salvaje.
Abrieron la tarde-noche Decapante, trío instrumental-caotíco-ruidistas de propuesta extrema, con batería apisonadora, bajo apabullante y guitarra tormentosa de afán taladrante. Intensos y arriesgado y sin ningún tipo de concesión en su actuación. Como bien dice el logo famélico "Tapones no incluidos" y quien quiera oir ... que oiga
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