20 septiembre 2025

L.A. WITCH (12-9-25) Sala B – Madrid. Pulbicado en la web Rock and Roll Army

Con puntualidad absoluta y en un reducido, pero acogedor escenario elevado a pocos centímetros del suelo, el trío angelino presentó las canciones de su reciente tercer trabajo DOGGOD (Suicide Squeeze, 2025) título que fusiona las palabras perro y Dios, relacionando la sumisión con lo divino… como quedó reflejado en esta introspectiva liturgia en la que el misterio y la evocación sonora planeó como una alargada sombra sobre el inclasificable público: rockerío habitual de las primeras filas, jovencísimas engalanadas para la ocasión, algunos pelos largos de chupa vaquera…  
 
Apoyadas con una guitarra más, que se ocupó también de los teclados, comenzaron con un adictivo mantra aflamencado «Dark Horse» que en la siguiente «Kiss Me Deep» evolucionó hacía sonidos más oscuros y orientalízantes, melodías que en la arrastrada voz de Sade Sanchez, a caballo entre Hope Sandoval y Courtney Love, entraban como dulce veneno. Transitaron paulatinamente hacia un sonido más progresivo y trotón con Ellie English marcando vibrantes y ¡bailables! ritmos con su básica batería, creciéndose en nuevas canciones como «Eyes Of Love» o la que da título al citado disco… hasta el primer punto álgido de la noche, la psicodélica y desatada «I Wanna Lose», con las guitarras distorsionando de lo lindo.
 
Otro momento para dejarse llevar por las trepidantes corrientes del post-punk progresivo y expansivo, tuvo lugar cuando sonó  «777» los riffs se tiñeron ácidos entre los adictivos e hipnóticos bajos de Irita Pai, mientras la batería parecía guiñarle el ojo a Moe Tucker. Rescataron un par de canciones de su estreno discográfico «True Belivers» y «Baby In Blue Jean» en las que mostraron su capacidad para acercarse al punk más experimental y… a stoner fronterizo, denso pero melódico, como si fuera Molly Hamilton (Widowspeak) quien estuviera a lomos del micro, para finalizar en orgiástico viaje instrumental con la apocalíptica «Get Lost» y en el bis un intrigante y evocador «SOS» con el que se despidieron tras algo más de una hora en la que expandieron su sonido , pero a la vez… extrañamente, se encerraban en sus propios instrumentos.


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