El
cuarto trabajo en estudio del quinteto irlandés, continúa alejándose del
post-punk minimalista y duro de sus inicios, para abrirse a una gama de estilos
más amplia, revistiendo las canciones de una sofisticada producción que les
aleja de las claustrofóbicas composiciones y les acerca a un flamante y
sofisticado sonido… que les hará ganar más público que el que dejaran en el
camino. Lo dejan claro desde el inicio en la canción que da título un oscuro e
inquietantes medio tiempo que abre de forma un tanto anodina el disco, que da
paso a la más efectiva ‘Starbuster’ de aire futurista y sintético en el que su
líder y cantante Grian Chatten simula un ahogamiento provocado por la ansiedad.
Un
trabajo en el que se cuelan las acústicas “Motorcycle Boy”, y arreglos
orquestales áridos “Horsesness In The Whatness”, siempre en un segundo plano y
entre las habituales guitarras con más o menos grano o distorsión, que
recuerdan a a los Pixis más crudos en ”Dead Kink” y que curiosamente funcionan
mejor en las canciones más pop como “Bug”
y en alguna reminiscencia noventera en forma de brit-pop como “‘Here Is The
Thing” con su falsete en los límites de lo agónico.
Fuerzan al oyente a
sumergirse en las negras entrañas de su sonido más profundo en “In The Modern World”,
para ver la luz al final del túnel en “Favourite” el accesible, coreable y radiante himno que
cierra enérgico este conjunto de canciones de no tan fácil acceso a primera
escucha, pero muy apreciable en su conjunto casi conceptual, también en unas
letras que defienden el amor en un mundo en descomposición. El actual universo
sonoro de la banda e este, aunque de lo anterior… quedan restos.
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