11 noviembre 2022

ACID MOTHER TEMPLE & THE MELTING PARAISO U.F.O. (26-10-22) Moby Dick - Madrid. Publicado en la web Ruta 66

Cuatro años después de su última visita y en el mismo lugar, regresaron los nipones puntuales a una cita que solo la pandemia ha logrado evitar. Los devotos del sonido psicodélico extremo respondieron de nuevos a la llamada del templo y llenaron la sala para la ritual liturgia ácida. 
 
Los de Nagoya, entre constantes nubes de humo (durante toda la actuación), parecen habitar épocas y mundos distintos con su aparente trascendencia física… y sonora, que desde el inicio quedó patente en un  bucle continuo y minimalista de largos desarrollos de punzante  pegada instrumental, dividida en cuatro tramos (el concepto canción no se adecúa a esta propuesta) en los que la voz de Jyonson Tsu apareció en contadas ocasiones, centrándose más como segundo guitarra.  
 
Desbordante  tramo inicial en torno a media hora, en el que la guitarra de Kawaka Makoto como maestro de ceremonia, toma el mando, aunque escoltado por el sintetizador de Higashi Hiroshi. El primero insiste obsesivamente con repetitivas variaciones en círculo, extremando las seis cuerda, mientras que el segundo hace lo propio forzando al límite los volúmenes hasta confundir distorsión con acople de sonido.  
 
Perturbadora segunda parte de similar duración que se inicia en un mar de la tranquilidad, ‘Pink lady lemonade’ parece, aunque… después de muchos minutos en calma tensa estalla en cráteres desde los que emanan sonidos que arañan y hieren entre ritmos deconstruidos y potentes. Difícil distinguir unos títulos que parecen transformados mientras se enganchar unos a otros.  
 
Embaucador el siguiente intervalo de algo menos de duración que comienza apocalíptico, pero deriva en un sorprendente ritmo con la batería de Satoshima Nani como protagonista, con un repetitiva pero extrovertida percusión un tanto carnavalesca incluso, para dar paso a un animado brote de instrumentación cercana a las bandas sonoras de ‘serie b’ con el que los fieles se movieron y hasta hubo algún conato de baile.      
 
Esquizoide el episodio final y en parecido minutaje, en el que guitarra y sintetizador vuelven a tomar protagonismo creciendo en tonos inquietante que se fueron tensando progresivamente hasta tomar velocidad y acabar en un loco sprint instrumental en todo lo alto. Después bajaron del escenario y tocaron tierra mientras amigablemente atendían al ‘merchandising’: hablando, sonriendo… hasta el próximo sacramento lisérgico.
 

 

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