Espectacular ambiente con todo
vendidísimo en esta ‘nueva sala’ para directos de la Gran Vía, en la primera
noche de las cuatro del ciclo de conciertos únicos ‘Universarios’
con los que la carismática banda madrileña recupera cinco de sus discos
más emblemáticos (si es que no lo son todos), aunque ninguno de ellos esté
realmente de aniversario. No hace falta,
pues la cantidad y calidad del repertorio acumulado a lo largo de los
años se presta a ello, sobre todo para escuchar canciones poco habituales e
incluso inéditas en directo.
Aparecieron de riguroso negro para
presentar ‘La Vida Mata’ su tercer trabajo de 1990 que tocaron integro aunque
no en el mismo orden, salvo «La
Torre de Babel» que curiosamente fue single en su momentos y que ya en el disco no
encajaba con el resto (solo en la letra), pero no se la echó de menos.
Comenzaron titubeantes sobre todo Josele
que tuvo que afinar su guitarra ralentizando un comienzo fulgurante con «Firmarás» con el que ajustaron un sonido con acoples iníciales (algunos más hubo a
lo largo de las dos horas de actuación), pero ahí estaba Fino al quite, haciendo las
presentaciones y ganando tiempo. Inmersos ya en las viejas canciones, éstas
sonaron fieles al original aunque la guitarra de David Krahe aportó ligeros
arreglos y mayor energía. «El Gran Calambre Final» sonó más sureño que nunca, con
el espíritu de Lynyrd Skynyrd abandonando el campo para pisar el barrio, pero
la banda parecía más taciturna que festiva como habían anunciado y eso que ya
había sonado «Septiembre». Inesperadamente fue con «Miedo» y «Traspiés» cuando tanto público como músicos
comenzaron a entonarse. Muy coreada la primera y acelerada en su inicio la
segunda. También se soltaron con un final muy loco en las guitarras de «Yo no
quiero ser feliz».
Más sueltos ya, y tras finalizar «Paquito» un regalo
como dijo Josele pues en la primera edición en vinilo no aparecía, repasaron
algunas canciones más habituales de los discos que seguirán celebrando, con el
público y ellos mismos muy volcados: «Carnaval» que empezó sonando “stoner”
para acabar haciéndolo “grunge”, «Siete mil canciones» su último himno
contemporáneo que provocó el mayor delirio colectivo de la noche junto a «La
cuenta atrás». Entre medias las dos únicas incursiones al repertorio anterior a
los noventa, las habituales y arrolladoras y «Complejo» y «John Wayne»
De las menos habituales se acordaron de algunas de los
discos que han quedado fuera de la celebración: «¡Cómo es! », «Odio a los nº1»
o «No me caigo
bien (me caigo mal)», para sin salir del escenario arrasar con un bis de altura emocional con la solemne
y sentida «La carta que no…» y de traca sonora con «Señora» recordando al
maestro Serrat en su retirada y la aceleración de «Dentro» y «Paracaídas»
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