El quinteto de Idaho después de siete
año sin grabar material nuevo, regresa con nuevo disco de evocador título, el
noveno de estudio (décimo, tras el homenaje a Daniel Johnston editado en 2020).
En este tiempo se han producido una vez más cambios en la formación, de
quinteto a trío, y aunque los elementos que han caracterizado a la banda no lo
han hecho tanto, si que parece que en ésta nueva entrega, las canciones se
contienen.
No tanto en la que abre el disco ‘Gonna
lose’ o ‘Spiderweb’ con los reconocibles riffs de guitarra y la inconfundible
la voz de Doug Martsch, pero si en otras donde el estallido instrumental
cabalga en tensos medios tiempos que no finalizan en pirotecnia sonora como
‘Fool’s gold’, ‘Elements’ o Understood donde el riff cede terreno ante el
arpegio para recrear una melodía que se acerca a la psicodelia en su versión
sinuosa.
Hay algunas sorpresas como ‘Rocksteady’,
una especie de reegae futurista al que le siente muy bien la voz en falsete y
un bajo muy melódico y marcado, que dota a la canción de un claro aire
‘Sandinista’ el disco jamaicano de The Clash. También sorprenden algunos
parajes de ‘Alright’ donde se intuye algo de psicodelia folk y otro acertado
momento, aunque no alejado esta vez de los sonidos más reconocibles de la
banda, es el inquietante y cinematográfico duelo entre laberínticos punteos y
tormentosos riffs de ‘Never Alright’
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