Reckless Kelly según comentan
los amigos del “confiscador” sonaron muy bien, y sin salirse de su guion
guitarrero, se mostraron muy solventes en lo suyo: el country-rock en su
versión enérgica y también en la más lenta. Public Image Limited Muchísima gente se acercó más por el
mito -John Lydon, ex Johnny Rotten/Sex Pistols- que por su música. El citado
que llenó el recinto en horario de tarde, lleva un tiempo bastante activo con
PIL entregando aceptables discos y ofreciendo muy buenos conciertos como este
en el que el punk aparece en su versión arty-experimental y techno-vanguardista
y algo industrial. Armas sonoras a las que añade su atípica forma de cantar y
su personal forma de moverse y gesticular con los que convenció a los curiosos,
no a todos. Apoyados por su multifacético guitarrista que igual atacaba la
guitarra con el arco de su violín que los teclados y cachivaches varios, además
de una machacona batería. Por supuesto… ¡nada de repertorio Pistols! en una
buena y minimalista actuación más allá
del “This Is Not A Love Song”.
C.O.F.F.I.N cuentan los colaboradores que los australianos dieron un recital de contundencia punk.rock con deriva hard-rockera aplastante y brutal. Ásperos y rocosos… sin concesiones. Lucinda Williams volvió a responder a la llamada del festival con una emocionantísima actuación en la que aún con las secuelas del ictus que casi la deja definitivamente fue de los escenarios (ya no toca la guitarra y necesita atril para recordar letras) logró mantener vivo un repertorio muy variado entre canciones recientes “Rock And Roll Heart” o “Stolen Moments” con clásicos del pasado siglo como “Car Wheels On A Gravel Road” o “Drunken Angel” y las siempre habituales versiones, que en estos últimos años los discos de tributo han sido su leiv motiv: “While My Guitar Gently Weeps” de George Harrison destacó con la soberbia distorsión, y es que el ex Black Crowes en una de las dos guitarras (el otro era Doug Pettibone) fue clave a la hora de darle energía a unas canciones entre el medio tiempo rithmanblusero “Essence” y el country brioso “Honey Bee”. Finalizó una vez más con el épico himno rockero “Keep On Rockin’ In The Free World” de Neil Young más vigente que nunca y que bien podría funcionar como emblemática canción representativa del evento. Tras ellos se despidió agradecida y embocinada en uno de los conciertos más sobresalientes de la presente edición.
Turbonego otro clásico del
festival, volvió a liarla con su atractiva puesta en escena. El punk-rock
gótico y macarra de los suecos enardeció a los fieles que comentaban si no iba
siendo ya hora de que actuaran en el escenario principal algún año. Tras un
buen rato de desparrame había que ver
propuestas nuevas, al menos en la cita azkenera, como la de Robert Jon & the Wreek que ofreció
un muestrario de manual basado en el rock sureño con ramalazos hard-rockeros de
melodías aguerridas y a la vez pegadizas sobre las que volaban enérgicas las
guitarras, que sonaron estupendas en una notable actuación como prólogo al
legendario “cabeza de cartel” John
Fogerty un mito que sigue muy vivo como demostró ante el
abarrotadísimo recinto, y es que el octogenario californiano, acompañado a las
guitarras por su talentosa prole, estuvo a la altura de su legado artístico y
defendió muy en forma, con coraje y orgullo el repertorio de la Credence
Clearewater Revival como bien claro marcaba el psicodélico logo que anunciaba
su presencia antes de su parición en el escenario. Tras una intro de lo más
familiar proyectada en modo documental sobre su vida, comenzó el chorreo de
imperecederas canciones patrimonio del rock con mayúsculas. Imposible citar
todas (solo faltó Suzi Q) desde la inicial “Bad Moon Rising” al final “Proud
Mary”. Del material propio, se acordó
del “Rock
and Roll girls” la un tanto sonrojarte balada
dedicada a su mujer
“Joy Of My
Life” que en el contexto de la celebración sonó emotiva y estupenda y “Rockin’ All
Over Tthe World” en
un concierto para recordar.
Diamond Dogs feat Chris Spedding
ofrecieron un nuevo recital de esforzada entrega y sudoroso rock. Sulo y compañía, además de
no ser una banda excesivamente valorada, no lo tenían fácil tras lo vivido
minutos antes, pero tablas le sobran y lograron retener a última hora de la
noche a gran parte de los que se iban con su rock and roll vacilón, romántico y
stoniano... y es que llevaban un as en la manga, las cancones de Macon Georgia Giant su último trabajo en
el que rinde tributo a Little Richard, aunque también apostando a ganador con
sus pegadizas canciones. No fallaron… nunca lo hacen, ni aun cuando se
prestaron con un pintoresco violinista que aportó estetismo más que sonoridad,
y a que el bueno de Chirs Spedding con los ochenta años ya superados, estuvo
demasiado en segundo plano con su guitarra, aunque se cantó alguna.
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