La cineasta aragonesa muestra un drama en el que las emociones avanzan
lentas y pausadas. Es la historia de una pareja separada hace tiempo y con
escasos vínculos más allá de una hija en común, que debido a la enfermedad del
padre, consigue no de forma voluntaria, acercar a ambos. Surge así una especie
de nueva relación de afectos, basados en la reconstrucción del lejano pasado en
común. Son protagonistas los diálogos cortos y silencios, apoyados en planos
largos en los que las imágenes y paisajes, tanto el natural como el urbano de
la geografía de Horta de Ebro, induce a un proceso de inmersión en el interior
de lugares y personajes, reflexionando así con ellos en sus desvelos e
inquietudes.
También
ayuda a ello las interpretaciones, principalmente la de Patricia López Arnaiz
con un personaje exigente por su evolución en cuanto a los sentimientos
mostrados, también la de Antonio de la Torre, aunque este último interpretando
un personaje más marcado, pero también en transición emocional. Como nexo la
hija (Marina Guerola en su primer papel relevante), que naturaliza las comprometidas situaciones compensando las
emociones generadas. Una película luminosa pese a la crudeza de su temática,
pero optimista que aprecia lo vivido en sus recuerdos más sencillos cuando el
final acecha.
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