Lo
hace a través de una joven, Maren (Taylor Rusell) que descubre la comentada
necesidad de carne humana y busca la forma de afrontar su situación, tratando
de reconocerse y aceptarse además de preguntare como afrontar el futuro… que contrastan con las del joven pero más
experimentado y pragmático Lee (Timothée Chalamett) al que conoce y con quien
acaba viajando en una huida constante provocada por su ‘ilegal’ forma de vida.
Encuentro ente ambos que provoca que la trama gire hacia el género del drama
romántico adolescente.
Es
una película por tanto que divaga ente géneros, horror con tintes gore y
melodrama romántico, fracasando estrepitosamente en ambos. Una impostura con el
objetivo de epatar al espectador, también con escenas bastante desagradables,
que se olvida de una historia que podría haber funcionado, pues el
planteamiento inicial puede llegar a resultar a priori curioso… recuerda a las
películas de la francesa el Julien Docornau.
No
todo es negativo. Es aprovechable como road-movie en la que los jóvenes en su
huida recorren diferentes estados de la América profunda mostrando la imagen
oculta de la Norteamérica marginal en sus decadentes espacios rurales. Son
valorables también las subtramas en la que los jóvenes gestionan su pasado
familiar, manteniendo un mínimo vínculo Lee y buscando a su madre Maren en
busca de una explicación que le haga entender el porqué de su realidad… e
incluso crea momentos de verdadera tensión con el perturbador y solitario
personaje interpretado por Mark Rylance…. pero poco más.
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