Buen
ambiente en la sala con el público country-rock fiel a la cita, además de
muchos aficionados habituales, al rockerío y las guitarras. Con extrema
puntualidad apareció primero Johnny
Strrikes teclista que acompaña a los de Nashville en esta gira, que ofreció,
acompañado sólo por su teclado y caja de ritmos, un set entre crooner de
recitados futuristas y discotequeo retro, valorable lo primero, no tanto lo
segundo que… aunque curioso, salvo respetuosa primera fila, provocó
indiferencia en el resto de la sala, que ante tan antagónica propuesta,
prefirió comentarse el verano. Solo en su versión final de Bowie “Life on
Mars?” hizo girar levemente las cabezas tras veinticinco minutos de actaución.
Cordovas comenzaron su
actuación con varias canciones nuevas que serpenteaban sin rumbo fijo entre la
psicodelia oscura… con algunos desajustes entre batería y bajo, que poco
trasmitió al respetable… salvo algún atisbo Doors en teclado guitarra más algún
buen juego de voces y coros cuando entró además la acústica en escena. La noche remontó cuando sornaron menos
evasivos y más resueltos en canciones como “Destinty” o “Hight Roller” junto al
buen tempo de la luminosa “Sunset” y “High Feeling” con el público coreándola,
aunque en “Somos Iguales” en castellano y con aires santaneros, fue recibida
con disparidad de pareceres.
El en bis se incorporó el violín, la batería se
redujo a una caja que se adelantó a primera fila de escenario y Joe Firstman se
colgó a la acústica para templar los espíritus con “Warm Ferewells” y acabar
con un par de canciones, con él mismo al teclado, incluida la sprignsteeniana
“Thunder Road” sin más instrumentos que el citado… en una actuación que fue de
menos a más, bien sostenida por la eléctrica del eficiente Lucca Soria, pero que no reflejó en directo,
salvo en puntuales momentos, el dinamismo de unas canciones que sonaron
dispersas en su habitual ‘instrumental jam’.
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