Historia de una androide programada como
ayudante de taller de costura que enseña el oficio a otras androides, y que por
su longevidad ha sido capaz de de generar emociones y experimentar sensaciones
humanas: tener sueños. Llega a la obsolescencia y su placa base empieza a
fallar, sus médicos, el servicio técnico poco puede hacer para alargar su
muerte en forma de desconexión final.
Ante tal circunstancia trata de maximizar
el tiempo que le queda tratando de alcanzar su sueño humanizo: presentar su
propio diseño a un concurso en el que solo humanas pueden participar… no hay
ningún personaje masculino en sus ciento quince páginas. La robot protagonista
Sandra, mostrará rasgos más sensibles que sus no artificiales compañeras y sus
actitudes discriminatorias, cuidando a su vieja maestra en un vínculo que la
sensibiliza alejándola del estereotipo robótico.
Lo hace el autor -baterista de
Mujeres- mediante una estética muy particular dominada por viñetas de colores chillones
que no se mezclan, ni se ofrecen tonos variados. Con fuerte presencia del
desequilibrante amarillo neto. Una reflexión sobre las diferencias, la exclusión,
la soledad o la muerte, que no deja bien parado a especie humana, en el
contexto del actual debate sobre la inteligencia artificial… que igual es la
solución.
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