Atractiva
novela que condensa con talento dos géneros de peso como el gastronómico y el
detectivesco. Lo hace partiendo de una pequeña taberna escondida entre las
callejuelas del centro de Kioto, que premeditadamente su dueño oculta tras una
fachada sin rótulo y de escaso atractivo, pues quiere estar al margen de la
desbordante jauría de la crítica gastronómica. El local lo regenta un antiguo
policía viudo junto a su hija adulta y se anuncia en una revista como ‘Agencia
de Investigaciones Gastronómicas’ que ofrece a sus clientes la insólita
posibilidad de recrear una receta que recuerden y desconozcan o hayan olvidado.
Sólo los muy persistentes tendrán acceso a la curiosa pareja pues el anuncio no
indica dirección ni forma de contactar con ellos, por lo que, como dice el cocinero que le da título, solo
llegarán quienes estén destinados a ellos. Minuciosamente estructurada en cinco
casos-receta de metódico esquema narrativo, es una minimalista delicia que se
saborea con la vista, y que esconde mucho más de lo que su liviana lectura
propone. Una delicada manera de mostrar el paso del tiempo y la condición
humana, que el escritor japonés cuenta de forma sencilla, fluida, sin desvíos,
con diálogos entre locuaces y reflexivos
con los que consigue que el
lector quiera repetir plato.
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