En
el acogedor vientre de la ballena que era Moby Dick hasta su remodelación
(ahora impersonal e incómoda) albergó a los eternos guardianes de la psicodelia
retorcida que se presentaron en su nueva reencarnación. Con nuevo vocalista, Jyonson Tsu y sus ruidos vocales, acompañando
a los viejos gurús del riff y la distorsión infernal... Kawabata Makoto y su
guitarra e Hiroshi Higashi en los sintetizadores y el resto de compañeros de
viaje sónico.
Con
los sintetizadores en primer plano, las guitarras a los lados y medio en
penumbra, surgían voces tántricas, baterías y bajos obtusos junto a guitarras y
loops que se expandían hasta alcanzar un climax de ruido psicótico que arañaba las
mentes. Rayos y relámpagos que sabiamente intercalaban con cantos de sirena a modo
de intervalos entre el susurro y el silencio.
Algunos
desarrollos se sucedían sin un principio y fin definido, como “Pink lady lemonade”
que pareció estar flotando constantemente en el ambiente en cualquiera de sus
varias versiones… y cuando alguno de ellos daba paso al silencio, los aplausos
se retardaban… a la gente le costaba reaccionar… parecía inmersa de lleno en el
viaje sideral que los japonés estaban ofreciendo.
Subidos
a su nave de sonido improvisado sin interactuación alguna por parte de los
tripulantes que no hasta un breve gracias al despedirse… no abrieron la boca, apenas
unos gestos y miradas bastaban para guiarnos en su/nuestro viaje que fluyó
entre la calma lisérgica y la tormenta esquizoide. Una experiencia que hay que repetir de vez en cuando… o al
menos probar. Me quedo con lo primero.
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