Ignacio Juliá, editor de la revista decana del rock en España "Ruta 66" y una de las voces más autorizadas para hablar del neoyorquino en nuestro país, hace de maestro de ceremonias con un epílogo en que precisamente elucubra sobre la idoneidad de calificar el disco como obra maestra aunque de lo que no duda es en calificarla como trascendental. Nos quedamos con ambos adjetivos, al igual que los varios autores de este homenaje, que entre otras muchas cosas, les une esa huella "trascendental" dejada en algún momento de sus vidas (la primera escucha por lo general) historias de Jim y Caroline los antihéroes de "Berlín"
Se apuntas al reto algunos músicos: el gaditano Diego Fuentes Casas (Dogo y los Mercenarios), el madrileño Josele Santiago (Los Enemigos) y el barcelonés Sabino Méndez (Loquillo y los Trogloditas) y una mayoría de críticos musicales y escritores de diferentes latitudes: Roger Wolfe, Javier Pérez Andujar, Alfred Crespo, David Castillo, Cristina Fallarás, Oriol Llopis y Carlos Zanón (que además coordina la obra).
No hay reglas y cada uno con la canción recrea con altibajos e irregularidad ficciones en distintos formatos: apunte o breve reflexión, esbozos de relato corto, largas historias... dos de las canciones-episodio destacan sobre manera sobre el resto, y casi ellas mismas son las que dotan a la obra final de un armazón que conexiona el resto. "Los críos" de Oriol Llopis inspirada en "The kids" donde unos de los protagonistas secundario, un sargento negro de las Fuerzas Aéreas, relata en primera persona un hilo argumental de sorprendente final en el que se mezcla lo testimonial y lo ficticio.
El proyecto Nabokov (edición crítica) de Sabino Méndez inspirada en "The bed" es el otra argumento de peso para justificar el valor de esta obre, en el se muestra un estoica relación con niños de por medio, que sin perder la esencia del original deja de lado el lado escabroso y macabro, cubriendo la historia de un aura de cotidianeidad tranquilizadora. Preocupado siempre por la forma, se muestra original, compartimentando las diferentes fases de la historia según los doce versos que configuran la canción y en el final del relato juega con las estructuras, el relato dentro del relato y nos cuenta sus trucos de estilo al alternar a autor y narrador.
La obra se cierra al margen de la ficción, de nuevo con Ignacio Juliá con un epilogo con uel título que da nombre a toda la obra, que recoge lo escrito en 2007 con ocasión de la puesta en escena de Berlín en dicho año. Apareció en Ruta 66 y nos sitúa de forma acertada en el contexto de la obra y por extensión del artista. Para el lector que se acerca de nuevas a este disco le hubiera venido incluso bien como prólogo, para los viejos canallas, como epílogo es perfecto más que para contextualizar, para seguir con la matraca ¿obra maestra?, ¿obra trascendental?...