Lejos quedan los sonidos de su anterior proyecto en solitario "Luna de Agosto" (1999) heridas, aullidos y distorsiones durante un asfixiante verano urbano. En este se presenta con una banda que quiere estable, en el que la mezcla de juventud y veteranía crea en este caso el contrapunto inverso, son Saúl Cortés en los teclado y Julen Palacios en la guitarra los que aportan el punto de sobriedad y serenidad en unas canciones en las que el propio Colis, con su personal estilo de guitarra y sobre todo con su quebrada y profunda voz, es quien parece querer desatarse y desbaratarse. Al bajo Germán Sánchez, otro veterano de los sonidos del riesgo.
Lo que nos encontramos realmente es un fondo de "blues" y "rock" viciados, vestido con las habituales formas de Colis: momentos operísticos y cabareteros, riffs y distorsiones zappianas ¡que no falten!, ritmos progresivos, sonidos sincopados al borde de la rotura, algo de deconstrución, un punto de arrebato y locura... todo ello medido y al servicio de la canción.
Luces y sombras, lo descarnado tocado y cantado de forma arrebatada en la que no es casual la voz desgarrada a lo Tom Waits, la belleza como realidad en su forma más expresionista y "caravaggiesca", la portada en tonos ocres, rojo y negros y en diagonal, no deja de recordar los contrastes tenebristas de los cuadros del genial pintor italiano. Nanas, tormentas, alegrías y desasosiegos... canciones que curan las heridas provocadas por otras. Letras en contraste contrapunto, unas veces explícitas otras simbólicas con una extraña ironía no siempre fácil, rimas con juegos vocales y sonoros.
Historias que se intuyen autobiográficas, en las que más que desvelar te hacen imaginar, escritas posiblemente en noches de alivio malasañero. Un disco difícil, más bien arriesgado para el propio artista que, considerado como músico experimental, a lo largo de estas canciones de historias breves consigue que nos olvidemos de manidas etiquetas arrastradas por el tiempo, situándose, sin perder su estilo, donde quiere estar no donde le digan los demás.
La Ecléctica Madrileña, sello nuevo con distribución multinacional quizás pueda ayudar a quitarse la etiqueta de artista minoritario y de culto. Reconforta encontrarse con este disco de nuevo con Javier Colis después de unos años de abandono casi total de la música. Se agradecen canciones así, rotundas, al margen pero sin imposturas, naturales.
Se hace hasta necesario pues retoma y actualiza a aquellas desaparecidas bandas que hacían sangrar Madrid y que, frente al noise pop de guitarras distorsionadas que nutrió los abundantes y emergentes fanzines del momento, supusieron un soplo de aire negro, visceral y sucio pero humano en forma de noise rock de guitarras afiliadas (Demonios tu Ojos, Vamos Morir o Amor Sucio a finales de los 80' y Chatarreros de Sangre y Cielo con Corcobado, Vírgenes Adolescentes, 713avo Amor o Mil Dolores Pequeños, ya en los 90').