Llegó el
esperado sábado, día del Pitote con sus divertidos y muy originales disfraces
individuales y colectivos (vayan a la web y diviértanse un rato), no hubo por
tanto camiseta de grupo predominante. Toda una fiesta que abrieron el día de
más calor Yawners a los que,
vestidos de Spiderman se les desafiaban las guitarras a cada poco. Los cuarenta
grados no perdonaron ante un público ya numerosísimo y entusiasmado. Elena
Nieto al frente del proyecto se contagio del ambiente elevandolo con su
enérgico y vibrante guitarrero y sus conocidas canciones en castellano e
inglés: «Suena Mejor», «'River Cuomo»... más alguna nueva. Un comienzo por todo
lo alto...
...que dio paso a Prison Affair. El
trio catalán divirtió con su punk surrealista y arty en baja fidelidad. Las
guitarras sonaron cortantes, el bajo desvencijado, la batería destartalada y la
voz jugó con registros de todo tipo, para mantener un discurso más allá del
mero entretenimiento. Recordaron a unos Devo pasados de rosca... ¿o fue
sugestión del pintoresco paisanaje que iba y venía cual veraniego carnaval?
La acelerada fiesta surrealista continúo con la propuesta que más encajaba en
ese momento la de Snööper que con
una teatral y divertidísima puesta en escena de cachivaches gigantes como un
semáforo o una calculadora, no pararon de moverse y saltar de un lado a otro,
con Blair Tramer cual encendida colegial disfrutando de lo lindo con su
inagotable energía y su chillona voz. Los de Nashville ofrecieron un excitante
y vertiginoso concierto de punk arty y naif incendiario, lastrado por problemas
técnicos al principio del espectáculo que frenaron su ímpetu inicial... y es
que entre electrónicas varias y eléctricas guitarras llevaban un pifostio
considerable.
Cala Vento se lo curraron para la
ocasión, con una intro en clave formula 1 y ataviados cual pilotos de la roja escudería
del “cavallino rampante”, com si de la esucdería Montgrí (su propio sello) se
tratara lanzar a la media tarde su efervescentes y optimista vendaval de
guitarras y melodía enérgica. ¡Como pudieron montar tanto ruido ellos dos
solos! Se dieron una especie de respiro, no mucho con canciones "menos
aceleradas" y desarrolladas del, último disco, como «No hay manera», para
enseguida continuar la fiesta con «Ferrari», «Equilibrio», «Del montón»,
la versión de Sr Chinarro e «Isla D
esierta», con las que propulsaron hasta el más allá las excitadas almas festivaleras.
esierta», con las que propulsaron hasta el más allá las excitadas almas festivaleras.
Con Home Front desde Ontario y al
caer el sol, la cosa se puso más trascendente con el post punk de ritmo
contundente y rotundo. A la oscuridad de si propuesta ochentera y british con
Joy División como referente, añadieron luminosidad, aunque con la enérgica
épica contemporánea añadida. Sencillos y directos brillaron principalmente en
la voz y teclados... pero según avanzaba la noche las guitarras tomaron
el mando, con el pop hooligan como protagonista.
De noche The Lemon Twigs comenzaron
su concierto con las melodías más resultonas y festivas. Los neoyorquinos
y aún jóvenes hermanos D'Alario engancharon a la primera con irresistibles
estribillos coreables con el “na na na” por bandera, «My golden years o 'In my
head», para poco a poco ir acercándose al pop soleado en «If You and I Are Not
Wise» con los Byrds en el horizonte y brillar con las melodías vocales y
juegos corales, con la que contagiaron al público la alegre ilusión del tiempo
pasado. Simpatiquísimos, esplendorosos y tan felices con su inquebrantable
ánimo y dinamismo en el constante intercambioo de instrumentos. Hubo también
momentos más edulcorados «Any time of
day», con los teclados comenzando a tener presencia y la voz en falsete, pero
volvieron enseguida a la efervescencia guitarrera y coral «Ghost run free», y no
olvidarse de sus queridos Beach Boys con la versión de «You're so good to me»,
y dejar al personal con la sonrisa en la boca.
Los veteranos Superchunk
mantuvieron el espíritu de la eterna juventud con un concierto en el que no se
dejaron un gramo de energía. El disfraz, como dijo su cantante y guitarrista
Mac McCaughan, era el de una persona de los 90, y de eso se trató, de un
viaje al tiempo en el que las guitarras enérgicas eran las protagonistas junto
a las melodías arrolladoras de estribillo feroz. De inició «Driveway by
Driveway» el único medio tiempo en toda la noche, que sonó además con una
cadencia más acelerada... y es que el resto fue un no parar con la banda sonando
como un ciclón, manteniendo el enérgico espíritu juvenil, como en los viejos tiempos, con la sección rítmica
apisonando y las guitarras rugiendo salvajes con ellos disfrutando como
chavales. Había hueco en las primeras filas, con la gente entregadísima y creciéndose
poco a poco con los temazos clásicos «The first part» y los más recientes «On
The Floor», retroalimentando a la ya de por si motivadísima banda, en su
frenético raca-raca eléctrico hasta estallar en éxtasis colectivo. ¡La
peña enloqueció... de repente? para acabar en descerebrado paroxismo, con gente
cayendo al suelo desde las alturas a las que multitud de brazos elevaba, ¡literal!....
y lógico si como hicieron terminaron la sesión con «Hyper Enough», «What a time
to be alive», «Slack Motherfucker» y «Precision Auto»... los únicos que hicieron
bis tras explosiva actuacion con el recinto "on fire".
Después y ante una encendida muchedumbre, llegó el turno de Triangulo de Amor Bizarro cuya
actuación, por festivo contexto y como se iba desarrollando la noche, fue mejor
recibida cuando aparecieron sus clásicos arrolladores e instantáneos, que
conectaron fácilmente con la gente y contagiaron su nervio eléctrico: «El
fantasma de la transición», «El himno de la bala», «Baila Sumeria», «Barca
quemada»... aunque las paradas en su repertorio más oscuro, retorcido y
claustrofóbico también funcionó... a ratos, que en festivalero y veraniego
directo se impuso el electrizante e irresistible guitarreo, como demostraron en
su incandescente final con «Vigilantes del espejo» y «De La monarquía a
la criptocracia».
La incendiaria inercia la aprovechó y relanzó Crack Cloud. El sexteto canadienses liderado por Zach Choy, batería
y cantante adelantado en escenario en primer plano, ejerció como eficaz
frontman, flanqueado por el saxo, el teclado y dos guitarras, para ofrecer una
delirante y surrealista locura instrumental a lo Black Midi. Explosivos y
circenses, lo mismo tiraban de free jazz marciano que del Sandinista de los
Clash pasado de revoluciones, en orgiástica y tribal batalla percusiva.
Disonantes, discordantes y rotundamente rítmicos con cambios de ritmo
rayando la neurastenia... en alucinare despliegue sónico que preparó el
despegue aéreo hacia la madrugada...
...con posterior escala en tierra a los mandos de Sheer Mag. Con los de Filadelfia llegó la propuesta más netamente
rockera, destacando su cantante Tina Halladay, con una voz, nada virtuosa,
pero, eficaz en su rudo y desgarrado timbre. Demostraron su versatilidad a base
de funki soul negroide de tinte sureño y hard rock setentero con garage
añejo. Sin ser una banda clasificable en ninguno de los géneros citados...
conseguían soñar tanto a Thin Lizzy como de seguido a Michel Jackson,
Con Ibibio Sound Machines volvió el
baile. La megabanda londinense liderada a la voz por la dinámica e hiperactiva
Eno Williams brilló con desbordante propuesta afro-funk bailable y colorido,
que indujo al publico mas animoso a bailar y a los curiosos a moverse e
intentarlo al menos. Su fosforescente actuación no exenta de guitarreo y vitalista
electrónica fluyó entre la exuberancia del sonido ‘embalax’ más moderno y el
ritmo repetitivo de la tradición tribal en su versión más bailable, la que
popularizada Salif Keita. Efervescentes y comunicativos, incluso en castellano,
para mucho fue un ideal fin de fiesta...
...pues a continuación, ya en las profundidades de la noche, sólo hubo espacio
para los sonidos más crudos, radicales y menos accesibles. Primero con el trió
neoyorquino Show me the body, que
atizaron sin contemplaciones a base de hardcore extremo embarrado de
sintetizadores y banjo distorsionado, con regusto industrial punkarra...
para después, morir matando como se repite en el estribillo de KLF, una de las
hirientes proclamas del trió de Móstoles VVV
[Trippin’ you] que hicieron temblar los cimientos del recinto con una
aplastante batería y sintetizadores techno-industriales. Hip Hop electrónico y
radical de letras desesperadas repetidas en bucle como tremebundo
"pitote" final.
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