Película sorprendente por su original
planteamiento y puesta en escena. Una historia en un acto, como si de una obra
de teatro se tratara, vista desde los ojos de una la niña protagonista (aunque
no sea la que acapare la mayor parte de las escenas), en la que a lo largo de
un día, se prepara el cumpleaños de su padre enfermo y con un futuro muy incierto.
Cuesta arrancar, mientras los personajes de la familia van a apareciendo y todo
se alinea jerárquicamente, pero atrapa al espectador como miembro más de las
muchas personas que vienen y van.
Lo consigue la cineasta mexicana gracias a un
libre uso de la cámara, que se mueve por la casa pegada a los personajes y observando
sus acciones o en plano fijo hurgando en sus pensamientos, para mostrar los
conflictos familiares ocultos destapados por la enfermedad. Un drama narrado de
forma sencilla y amable, en el que el caos de los preparativos refleja el caos
interior de los personajes, y en el que aún así no faltan destellos de humor
con los que la directora logra equilibrar el guion, ayudado también por unos
diálogos precisos, donde ni sobran ni faltan palabras y en los que la gravedad
de las conversaciones adultas, se compensan con las inocentes, pero certeras
preguntas de los protagonistas infantiles. Logra emocionar sin melodramas.
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